Cuando un hijo llega a la familia, generalmente es la madre quien asume el rol protagónico en la crianza del pequeño, pero el papel del padre es igual de trascendental en ésta y todas las etapas de crecimiento de niño, aunque su función sea distinta.
Aquí hay un factor que va en beneficio de la relación de los padres con sus pequeños: Cada más va quedando atrás la imagen del hombre proveedor, que sólo se preocupa por los asuntos económicos. Esto porque la mujer se ha ido integrando progresivamente al mundo laboral, lo que ha llevado a tener que compartir los gastos del hogar y la educación de los hijos.
Lo importante es empezar a generar el vínculo padre e hijo desde el embarazo, porque para la mujer éste intrínseco al ser ella la que va experimentando los cambios en su cuerpo con el crecimiento del bebé. En cambio, el hombre debe hacerse parte a través de acciones externas, como asistir a los controles médicos y ecografías, ayudando a decorar la pieza de la guagua, etc.
Una vez que el hijo nace es cuando estos lazos se pueden hacer más fuerte participando en tareas tan sencillas como mudarlo o mecerlos para dormir, ya que los recién nacidos van asociando la sensación de bienestar que esto les produce a las voces y los olores de sus padres.
Cuando los hijos están más grandes, es el papá el que entrega a los niños la identificación masculina, mientras que para las niñas es un modelo de diferenciación.
Según algunos estudios, la presencia del padre en la vida de los niños es fundamental, ya que es él quien producirá factores como la independencia y confianza en los niños, además de entregarles una sensación de seguridad, lo que influirá directamente en su desarrollo personal en la vida adulta.
Es esencial que la madre pueda ir involucrando a su pareja en los distintos procesos de crianza, independiente si están juntos o no, como se da en varios casos en las familias actuales. Lo importante es apoyar y estar presente en los procesos necesarios para el buen desarrollo de los niños.