El sociólogo alemán Heinz Dieterich, radicado en México, es uno de esos intelectuales europeos que, como el filósofo francés Régis Debray en la década de 1960, tratan de ensayar en América Latina lo que no pueden o no quieren aplicar en sus propios países. Si Debray quiso jugar al revolucionario colgándose de las barbas de un insensato guerrillero como el Che Guevara, Dieterich trata de experimentar el “socialismo del siglo XXI” haciendo de mentor de un charlatán platudo como Hugo Chávez. Si el francés acabó muy arrepentido, no sería raro que el alemán diga al final de su aventura que terminó arando en el mar. Por de pronto, el costo del experimento de su discípulo ya lo están pagando los pobres venezolanos, que soportan la falta de alimentos y los índices de corrupción y de criminalidad más altos del continente, entre otras calamidades.
Conste que el experimento no se limita solamente a empobrecer a Venezuela, sino que también apunta a comprar voluntades en el exterior mediante el uso y abuso de los abundantes petrodólares que recibe ese país. El presidente Mujica, por ejemplo, campantemente, acaba de revelar que apoyó a Chávez para su ingreso al Mercosur por la ventana porque le ayudó a salvar un banco uruguayo en quiebra. Recordemos también el caso de la valija llena de dólares descubierta por casualidad por una funcionaria del aeropuerto bonaerense de Ezeiza, cuando las elecciones de los Kirchner en la Argentina. Solo estos dos casos han recibido alguna publicidad, pero con seguridad habrá ocultos muchos otros en los que el manejo discrecional de los petrodólares del pueblo venezolano sirvió para que Chávez adquiera en la izquierda regional un peso que nada tiene que ver con la inteligencia, la honestidad o el carisma que se le atribuyen. En suma, Chávez exportó corrupción, manejando a su gusto y paladar los fondos públicos de su país, en perjuicio no solo de los venezolanos, sino también de los latinoamericanos decentes, que tuvieron que soportar las intervenciones de un demagogo prepotente que se creía el sucesor de Bolívar.
Que ese pretendido liderazgo regional no está fundado ni en la honestidad, ni en la sabiduría ni en el carisma, sino en el dinero puro y duro, quedó claramente de manifiesto con las recientes declaraciones de Dieterich a CNN en Español. En efecto, a la pregunta de Patricia Janiot de quién podría reemplazar a Chávez a nivel latinoamericano, el alemán respondió que solo el ecuatoriano Rafael Correa estaría en condiciones, pero, en un lapsus SE LE ESCAPÓ que tendría el “inconveniente” de carecer del poder económico del venezolano. O sea que la izquierda salvaje latinoamericana, la de las expropiaciones, confiscaciones y persecución a los adversarios políticos y a la prensa libre, gozó de un liderazgo comprado a platazo limpio. Se sabía, pero no está nada mal que lo certifique nada menos que el ideólogo de Chávez.
El liderazgo de Chávez se fundó en la corrupción de quienes, dentro y fuera de Venezuela, recibieron fondos públicos manejados por él a su antojo. El poder económico del que habló el asesor consiste simplemente en eso. No se trata de que Venezuela tenga muchos petrodólares, que los tiene, sino de que el mandamás se valió de los billetes para comprar no solo propagandistas, sino hasta un lugar en el Mercosur.
Es de suponer que muchos “progresistas” del continente están apenados porque Correa no tiene el dinero suficiente para ser el heredero de Chávez. Tendrán que buscarse otro benefactor, porque lo que dijo Dieterich es cierto. Ecuador no es un gran productor de petróleo. Es probable que Dieterich, a su vez, tenga que buscar otro laboratorio para llevar a cabo sus experimentos sobre el “socialismo del siglo XXI”. Y tendrá que buscarlo en el trópico, porque Alemania, por de pronto, no parece constituir un lugar propicio para que un intelectual europeo de extrema izquierda convierta sus sueños en realidad. Sueños que, en verdad, son más bien una verdadera pesadilla, como lamentablemente lo están sufriendo en sus costillas los cubanos y el propio pueblo venezolano.
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