En épocas pasadas los rumores eran diseminados principalmente de boca en boca. Dependiendo de lo que contuvieran, se difundían con mayor o menor intensidad dentro de un grupo o población. Algunas veces, medios de comunicación se hacen eco de esos rumores; otras, algunos medios los han iniciado colocándolos como información, lo que los hace mucho más poderosos y de masiva difusión, ya que para muchos todo lo que aparezca en un medio se presume verídico.
Hoy, los creadores de cualquier rumor tienen todas las redes sociales en sus manos para difundirlos e, incluso, en muchas de ellas la posibilidad de esconderse tras el anonimato que algunas admiten. También esas redes permiten conocer parcialmente verdades que alguien no tiene interés alguno en que se conozcan, aun cuando puedan en las retransmisiones ir deformándose progresivamente.
Hace casi dos años recibimos a través de una red social una denuncia sobre un supuesto asalto con rehenes en una farmacia en Baruta. Al responder a ese llamado, al que personalmente me trasladé junto a nuestros funcionarios policiales, observamos total normalidad en su interior. Clientes escogiendo los productos, cajeras realizando sus cobranzas. Absoluta tranquilidad. Se trató de una falsedad muy peligrosa lanzada por Twitter por un anónimo irresponsable. Cientos de tuiteros la difundieron como una verdad.
En 1995 un diario de circulación nacional (dicen que por intereses económicos de su dueño) publicó en su editorial lo siguiente: “La crema dental “CCC” produce cáncer. En los Estados Unidos se ha comprobado científicamente que la crema “CCC” es cancerígena, produce cáncer a quienes la usan…”. “…No hay duda que de esta empresa imperialista, la ‘PPP y GGG’, quiere infectar de cáncer a la población venezolana con sus comprobadamente dañinos productos, por lo que responsablemente este diario alerta a los consumidores de dichos productos para que los rechacen, de la misma manera que llamemos la atención del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social para que actúe perentoriamente en el decomiso de la crema dental ‘CCC’ por el riesgo mortal que entraña para los venezolanos. Como vocero al absoluto servicio del pueblo y de los intereses del país, no permitiremos que la empresa imperialista ‘PPP y GGG’ nos inunde y nos mate de cáncer”.
De esa publicación a la desaparición en el mercado de esa pasta dental -que era una de las más vendidas en el país- medió un trecho muy corto. De nada valieron los desmentidos posteriores. Hasta el Colegio Nacional de Periodistas rechazó el uso de un diario para exterminar un producto con base en una falsedad. Todo el mundo repetía, de boca en boca, que producía cáncer y nadie la compraba. Hoy, casi 18 años después, es casi imposible conseguir esa pasta dental en el país.
El rumor ha sido muy estudiado y utilizado por publicistas y, lamentablemente, por algunos comandos de campañas políticas. También constituye un arma importante en mercados financieros. Muchos autores han escrito extensos libros sobre el rumor. Uno de los más destacados es el francés Jean Nöel Kapferer, quien expresó: “Los rumores pueden basarse en la verdad porque se trata de una información que el poder no controla, o como respuesta a la versión oficial pueden surgir otras verdades. El rumor consiste en la aparición y circulación en la colectividad social de informaciones que aún no han sido confirmadas o desmentidas públicamente por fuentes oficiales y, dado ese carácter, comienza a circular necesariamente fuera de los canales habituales”.
Si un gobierno no quiere que un rumor nazca y se esparza, que se apodere de espacio y consolide en la opinión pública, está obligado a dar información veraz, completa y oportuna.
Las últimas tres semanas, los venezolanos hemos estado recibiendo comunicados oficiales parciales, contradictorios entre ellos y con muy poca o casi ninguna información sobre el verdadero estado de salud del Presidente. Esa falta de certeza ha sido caldo de cultivo para que de ambos lados de nuestra polarizada Venezuela hayan surgido toda suerte de rumores que, dependiendo del bando en que cada cual se ubique, haga que se crea en ellos como una verdad absoluta o se niegue a creer.
Lo que en los dos primeros comunicados del gobierno parecía una notable rectificación en su política comunicacional -al comenzar a darnos información oficial sobre ese relevante tema- se convirtió en pocos días en una ida y venida de mala e incompleta información, es decir, desinformación. No descarguen su furia contra los rumores. De haber dado información completa y fidedigna, ellos no existirían. Mientras persistan en esa actitud evasiva, los rumores seguirán.