Ramón Guillermo Aveledo: ¿Igualito que en Cuba?

Atención por favor, este artículo lo puede leer cualquiera, pero está dedicado especialmente a los compatriotas que trabajan en o son partidarios de este gobierno. Según despacho de la agencia francesa AFP, el sábado 29 de diciembre salió en Granma, diario oficial como todo lo que se publica allá, que el 72% de las empresas públicas en una provincia de Ciego de Avila donde fueron analizadas, funcionan “deficiente o mal”. Pude leerlo también directamente en la web del periódico, que es el órgano del Partido Comunista de Cuba. Lo aclaro, para que no salga algún fanático a criticarme por mis fuentes imperialistas. Fallas de control, desorden, incumplimiento en planes de venta y producción, son los problemas detectados por la Contraloría que allá no existía y Raúl Castro la ha creado. O sea, al revés que aquí, que existía la Contraloría y la están eliminando de facto, por atrofia, como pasa con la propiedad inmobiliaria por vía legislativa. Allá empezaron a dejarse de boberías y a pensar en que algo había qué hacer, cuando el propio presidente del Instituto Nacional de la Vivienda reconoció ante la comisión parlamentaria correspondiente, algo que no podría ocurrir en Venezuela porque está políticamente prohibido molestar a algún ministro con preguntas de alguna incomodidad, que 85.1% de las cuarenta y siete mil edificaciones de más de tres pisos en la isla necesitaban reparaciones. Lo mismo que el 60% del agua se pierde en las tuberías antes de llegar a los hogares y fábricas, según admitió públicamente el Ministro Presidente del Instituto de Recursos Hídricos. Fíjese que no atribuyó el problema a maniobras del imperio ni a saboteo humano o animal.

La Contralora cubana Gladys Bejerano está en cruzada contra la corrupción, “porque se pone en juego la continuidad de la Revolución”, y asegura que “la prevención y la fiscalización son las claves” en ese combate. Precisamente lo que se ha relajado en Venezuela, donde más bien la revolución se ha convertido en una excusa para que el funcionario haga lo que le parezca, que es lo que en Cuba quieren corregir, o al menos es lo que declaran.
Se habla mucho de Cuba en el alto gobierno, se la alaba, e incluso, como he tenido ocasión casual de ver en algún restaurant caraqueño, nuestros funcionarios adulan a los antillanos con muy escaso sentido del respeto a sí mismos. Pero creo que a esas cosas que pasan en la nación hermana no les prestamos la atención debida.

La verdad es que la economía cubana es un desastre, y como lógica consecuencia sus empresas estatales también. Este informe oficial lo muestra, como antes lo describió a detalle en su formidable reportaje de la vida cotidiana en la isla querida, el periodista español Vicente Botín, cuyo libro Los Funerales de Castro, fue publicado por Ariel de Barcelona en 2009 es desconocido en Venezuela. Y el embargo o bloqueo, contra el cual estoy desde hace mucho y sin dudas, no es excusa. Quizás todo lo contrario, pues si bien impone limitantes, también sirve para escudarse en él. La verdad es  que Cuba puede comerciar con el resto del mundo, y tendría Cuba muy poco que exportar a los Estados Unidos, así como escasísimas divisas para comprar allá lo mucho que necesita. Es duro, pero es cierto. Tanto el Presidente Raúl Castro como el Congreso del PCC se han referido a esos gravísimos problemas, aunque sin tocar su fondo, desde luego.





Si las empresas públicas cubanas funcionan así como dictamina su propia Contraloría y aparece en las páginas del diario del partido único de ese país, hay preguntas que es imposible no hacerse, sobre todo en la Venezuela de hoy. ¿Por qué habríamos de considerarlas ejemplares? ¿Será lógico comprarles tanto? ¿Será  sensato recurrir a ellas? ¿Merecen tanta confianza?