El avance de la Venezuela gendarme a la democrática, también ha exigido décadas de lucha, como lustros podría llevarnos rescatar nuestra democracia. Asestar una convivencia institucional, libre de criminalidad y plena de justicia, demanda un diagnóstico serio de nuestro presente. Y que mejor forma de hacerlo que dar una mirada hacia atrás, donde reposa un “baúl” histórico repleto de realidades, mitos e imaginarios que revelan nuestra inmovilización y división societal.
Con la muerte de Juan Vicente Gómez y la llegada al poder de Eleazar López Contreras, comienza la primera transición hacia la democracia en Venezuela. López prohíbe los partidos políticos, pero promulga la Constitución del 36. La nueva carta incorporó la alternabilidad como valor democrático, que limitó el periodo de gobierno a 5 años. Se promulga la Ley del Trabajo e instaura el derecho al voto (indirecto y no-secreto). Nace el BCV, emergiendo la autonomía en el manejo de los fondos públicos, se establecen poderes independientes y se funda la Guardia Nacional, concibiendo a las FFAA al servicio (y sujeción) de la sociedad civil… Su presidencia dio paso -vía electoral- a Isaías Medina Angarita (1941).
Medina
Medina en medio de conspiraciones y revueltas, es derrocado en 1945. Durante el gobierno de Medina, se legalizan los partidos políticos. Nace AD (1941, fundada por Rómulo Betancourt, Andrés Eloy Blanco, Luis Augusto Dúbuc, Tomás Pino, Gonzalo Barrios, Leonardo Ruiz Pineda, Jesús Ángel Paz Galarraga, Luis Beltrán Prieto Figueroa); UNE/Acción Electoral (1943-origen de Copei-1946, fundado por Rafael Caldera de la mano de la Iglesia católica); el PDV (1941-partidarios del medinismo) y UPV (1942, a la usanza PCV-1945, creado en 1931 por Pío Tamayo, Juan Bautista Fuenmayor y Rodolfo Quintero). Medina fue un hombre pluralista, de cultura democrática, dado a la confrontación de ideas. Su gestión se caracterizó por una significativa ejecución de obras públicas. Es derrocado en 1945 por hombres como Betancourt y Gallegos, bajo la arenga delvoto universal directo y secreto. Es recordado como “el soldado de la democracia”.
Hago hincapié en algunos actores políticos fundacionales, porque encarnan la tendencia socialista, jerárquica y redentora que subyace hasta nuestros días. A la par del afán colectivista, corre el militarismo positivista heredado desde la colonia. Ese es el origen de nuestra “cotidianidad caudillista”, de nuestra “fascinación gendarme-populista”, que validó la personificación del Estado (no su institucionalización), y el astil del poder popular sobre las libertades individuales, impregnado de un paroxismo por el hombre de mando, que al final lo absorbe todo.
Pasiones
Manuel Caballero nos comenta que el 18-10-45, más que una fecha, “es una incitación al desencadenamiento de las pasiones”. Un evento que sigue dividiendo nuestra historia contemporánea. Para algunos no fue más que un golpe de Estado, cívico-militar y para otros un levantamiento popular que le valió el nombre de “La Revolución de Octubre”. Un momento histórico crucial en el cual se enfrentan dos visiones de país. Más que hablar de dictadura vs. democracia, Venezuela se debatía entre los gradualistas encabezados por el medinismo (que no asimilaban la capacidad del pueblo para asumir el ejercicio de sus derechos políticos) y la línea populista seguida por AD. Un “quiebre histórico” que demuestra como seguimos resbalando entre esos polos “enmantillados” del positivismo castrense vs. el clientelismo militante. Un imaginario donde el pueblo es un instrumento de poder (no su receptor real), que eleva al generalísimo, al ilustrado, al iluminado, al gran fantoche colectivista, a la inmortalidad.
Encanto
Pérez Jiménez viene a ratificar una extensión previsible de nuestro “encanto” por el poder piramidal. Después de la caída de la dictadura de JVG, poco o nada avanzamos en términos de despersonalización del poder y horizontalización ciudadana (participación de base). La caída de Pérez Jiménez dio paso a lademocracia-pactada, que no es más que la coronación del poder por los partidos políticos. El Pacto de Punto Fijo si bien fue un consenso necesario para garantizar la gobernabilidad, su viciada extensión (asistida de antipolítica, corrupción, ostracismo, depauperación y saudismo petrolero), condujo a la caída del bipartidismo inconsulto y centralista, que dio paso a la era Chávez.
Lo narrado luce profundamente involutivo, espasmódico y retrogrado. Lo es… Sin embargo la historia está plena de procesos progresivos o regresivos que han debido confluir y refluir, para dar con registros de madurez social, política y sistémica. Aunque la violencia no merece justificación, ha sido inevitable para que las sociedades asimilen sus límites y alcances. Colombia -decíamos recién- comenzó a comprender que la paz no se decreta, sino se cristaliza apelando a la prudencia de sus ciudadanos. Y ha recorrido un largo y penoso camino, donde el conservadurismo colombiano, tuvo que ceder, no a ante el M-19, los para o las FARC, sino a sus propias bulas. Hoy el ciudadano entiende más que sus gobernantes, que el pueblo demanda oportunidades, libertad real y garantías. Los capitales apertura; los trabajadores estabilidad y la ciudadanía, justicia, educación e inclusión… EEUU pagó con vidas -incluso de presidentes- el respeto de su carta magna… La humanidad y el derecho tardaron en sentenciar las barbaridades del Holocausto o del carnicero de los Balcanes (Milosevic); y le ha costado contener las arbitrariedades de Kim Jong-il o su hijo el joven Kim Jong-un en Corea del Norte, las de Mahmoud Ahmadinejad en Irán, Aleksandre Lukashenko en Bielorrusia o Chávez en Venezuela. Pero lo hará.
Un Mel-pot
La era Chávez es resultado de un difícil y empedrado camino de retos democráticos y liberales inconclusos. El reflejo de un pasado -hecho presente- de centuriones, petróleo, hoz y martillo. Un Mel-pot de poder (dócilmente aceptado), tutor de gobiernos-botín, que hacen del Estado, un reducto propio anclado en la soberanía popular. “Soberanía” que nos convierte en una célula subyugada, sumisa, castrada; paradójicamente aderechada. Es el Estado-finca, el gobierno-hacendado, de capataces y segadores. El Estado-taita-mando, que todo lo acapara. Tanto que la ausencia del caudillo, atrapa nuestra cotidianidad. Ahí está el gran vacío institucional que arropa una posible “circunstancia fatal”. Contingencia que la disipa más un orden de suceder del gendarme que lo previsto en la ley. Herencia republicana licuada con un potingue de revoluciones, dictaduras y pactos, donde lo que hay, es un poco de todo.
Y como dijo don Camilo José Cela: “hay dos tipos de hombres: Quienes hacen la historia y quienes la padecen”. Por lo pronto, esta historia continuará… Espero que algún día le pongamos punto final.
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