El gran sinsabor de la ¨Revolución chavista¨ es al haber llegado al poder por la vía electoral y no de la guerrilla. El sueño dorado de Hugo Chávez se vio frustrado al verse absorbido por las formas democráticas que lo hicieron del poder.
Lejos quedo el sueño de una Sierra Maestra, de una guerra civil entre revolucionarios y nacionalistas, entre la acción subversiva de las capas sociales deprimidas o la gesta heroica de pueblos sometidos por naciones imperialistas.
Hugo Chávez tuvo que conformarse con la revolución de las urnas electorales en lugar del “poder derivado del fusil”, tuvo que someterse a la cosmética que impone una campaña electoral en lugar de los asaltos a cuarteles o palacios de gobierno; renunciar a las proclamas de supremacía y victoria de la fuerza heroica popular por declaraciones convencionales de sujeción a la institucionalidad democrática, sus formas y procedimientos, a la sociedad plural y policlasista y al régimen de derechos y libertades públicas que lo sustentan.
La frustración del Presidente fue creciendo pues al haberse desprovisto de una revolución armada, heroica que reproducía los objetivos alcanzados de sus formaletas ideológicas (Lenin, Stalin, Mao, Fidel, Gaddafi) y de lecturas atropelladas, pocas digeridas y descontextualizadas de la realidad objetiva de cada uno de los países que las motivaron o fueron su objeto de análisis, tuvo que ser partero de una Constitución de avanzada, garantista y con reflejo de los principios básicos y esenciales de la democracia liberal en lugar de un texto revolucionario y clasista.
Una Constitución que establece la separación flexible de poderes y las búsqueda equilibrada mediante el control cruzado de los mismos, separación que ahora le es incomoda a la “revolución roja rojita”, pues el poder debe ser uno y no distribuido, debe ser concentrado y resumido en la cabeza visible del Estado Comunal.
La separación de poderes es una rémora para la revolución, lo que importa es el Poder Popular, lo cual dicho por el Presidente de la Republica no resulta tan descabellado como cuando quien lo expresa es la Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia.
La “Bicha”, la mejor “Constitución del mundo” resulta ahora la gran piedra en el zapato del régimen, el obstáculo insalvable si de respetar las formas democrática se trata a los fines de su legitimación en el concierto internacional de naciones.
La Constitución de 1999, al igual que la de 1961, establece un régimen de subrogación presidencial claro y preciso en el caso de la falta absoluta del Presidente de la República que refleja el respeto de la soberanía popular ejercida mediante el sufragio universal, directo y secreto; la separación de poderes y su colaboración entre sí para el logro de los fines del Estado democrático, Social y de Derecho y la majestad de la Presidencia de la República.
Ahora la Constitución molesta, pica e incomoda pues ante la inminente y evidente procedencia de la declaratoria de ausencia absoluta del ciudadano Presidente de la República la revolución queda desnuda, desguarnecida y con la posibilidad de una orfandad que amenaza con desbaratar todo el entramado institucional tejido con el hilo de seda importado de ordenamientos foráneos y con el patrón de una realidad política y social precedente, respuesta formal a un acto constitutivo de Estado revolucionario parido con la violencia de las armas y la arcilla de realidades lejanas y nada calcables o ajustables a la venezolana.
Lamentablemente la vía biológica y la no normal electoral es la que amenaza con la salida de Chávez de la Presidencia de la República.
Suenan las alarmas, comienza el “corre y ve y dile” en el alto gobierno pues a pesar que el Presidente Chávez, en una cadena nacional impecable desde el punto de vista comunicacional, dirigida a los activistas políticos y militares de la revolución, a la base popular que la sustenta y a las camarillas en pugna designo como sucesor a Nicolás Maduro, éste y el alto gobierno están conscientes, que el nada deseable e inconveniente supuesto de falta absoluta, cualquiera sea la circunstancia, en nada favorecería la sobrevivencia electoral de la revolución.
Ello no implica desconocer u obviar la real existencia del chavismo sin Chávez pues creemos que será una fuerza política, en sus inicios, nada coherente, dividida en suerte de sucesión testamentaria con Maduro como sucesor privilegiado por el Presidente causante y una serie de coherederos inconformes reclamando su parte pero con fuerza electoral en cuanto a partido se refiere
La fuerza del Chavismo, revolución o no, es el mismísimo Chávez, quien se ha dado el lujo de mover sus partidarios como Mao al pueblo chino “tras una victoria debemos proponer una nueva tarea. En ese sentido, los cuadros y las masas no abandonaran nunca el fervor revolucionario”.
Chávez es el único que puede darse el lujo de convocar una “revolución permanente” librando “batallas electorales”, de pedir sacrificios para la imposición del socialismo del siglo XXI, aunque éste no sea más que un populismo militarista.
Tanto Chávez como el Lin Biao criollo, lo sabían y buscaron desesperadamente ocultar la verdad hasta el máximo de la negación. Por eso, no es de extrañar que se busque tercamente torcer el espíritu y razón de la norma constitucional que establece la subrogación presidencial.
Tampoco, ha de extrañarse que en salida repentina y motivada por la “salud institucional de la revolución” aparezca la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a tirar el salvavidas a los coherederos y como intérprete único y ultimo de la Constitución, fundamentado en los valores y principios que propugnan por la continuidad y estabilidad del país, de exigencia al respeto de la soberanía popular embarcada en el apoyo y defensa de un proyecto y no de un hombre, de la voluntad unívoca de los Poderes Públicos constituidos proceda a cubrir con el manto protector de Príncipe heredero al Vicepresidente sin la plebeya forma de unas elecciones
Hay que buscar seguir con la revolución y su permanencia al costo que sea, ya no en interés del PSUV o de sus camarillas, de sus dirigentes políticos y militares sino de los procesos revolucionarios latinoamericanos que copian al extremo al chavista, el cual los financia y avala, incluso, hasta con la amenaza de posible intervención armada.
Tanto Chávez como el Lin Biao criollo, lo sabían y buscaron desesperadamente ocultar la verdad hasta el máximo de la negación. Por eso, no es de extrañar que se busque tercamente torcer el espíritu y razón de la norma constitucional que establece la subrogación presidencial.
Tampoco, ha de extrañarse que en salida repentina y motivada por la “salud institucional de la revolución” aparezca la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a tirar el salvavidas a los coherederos y como intérprete único y ultimo de la Constitución, fundamentado en los valores y principios que propugnan por la continuidad y estabilidad del país, de exigencia al respeto de la soberanía popular embarcada en el apoyo y defensa de un proyecto y no de un hombre, de la voluntad unívoca de los Poderes Públicos constituidos proceda a cubrir con el manto protector de Príncipe heredero al Vicepresidente sin la plebeya forma de unas elecciones.
Hay que buscar seguir con la revolución y su permanencia al costo que sea, ya no en interés del PSUV o de sus camarillas, de sus dirigentes políticos y militares sino de los procesos revolucionarios latinoamericanos que copian al extremo al chavista, el cual los financia y avala, incluso, hasta con la amenaza de posible intervención armada.
Por Leonardo Palacios Márquez