Hace unas semanas descubríamos algunos de los secretos más oscuros de los cuentos recopilados por los hermanos Grimm. Sus historias procedían de la tradición oral y algunas de ellas tenían una base en hechos reales. La de «Blancanieves y los siete enanitos» es una de ellas. abc.es
Al menos eso es lo que piensa el historiador alemán Karlheinz Bartel, según podemos leer en el blog «Entre el caos y el orden». Las investigaciones realizadas por este experto, apuntan a que Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal, una joven nacida el 15 de junio de 1729, en el pueblo minero de Lohr, en la Franconia alemana fue la auténtica Blancanieves.
Su vida parece tener todos los elementos del cuento, desde una madrastra hasta los siete enanitos, pasando por el espejo mágico.
Cuando Maria Sophia apenas había cumplido los 12 años, su madre falleció. Dos años después, su padre, condestable del territorio de Kurmainz, se casó con Claudia Elisabeth Maria von Venningen, condesa imperial de Reichenstein. Sin embargo, al parecer la relación entre la joven y su madrastra no era tan mala como la del cuento, si bien la condesa siempre beneficiaba a los hijos de su primer matrimonio y menospreciaba a la verdadera Blancanieves.
El cronista de la familia Erthal describía a Maria Sophia como «un ángel caritativo y bondadoso», muy «activo contra la pobreza y la indigencia». Por ello, los habitantes de Lohr le tenían mucho cariño y se pasaba el día rodeada de niños desnutridos y envejecidos prematuramente por el trabajo en las minas de hierro de los Von Waldek. Estos niños, que vestían largos abrigos y gorros, acabaron convertidos en los siete enanitos del cuento.
En lo que respecta al espejo mágico, este fue un regalo de bodas del padre de Maria Sophia a su segunda esposa. Mide más de un metro y medio de largo y, aunque no habla, tiene la particularidad de repetir todas las palabras pronunciadas frente a él debido al efecto de la reverberación. En la actualidad, puede ser contemplado en el castillo de Lohr, residencia de la familia reconvertida en el Museo del Spessart.
La manzana envenenada y el príncipe azul, en cambio, parecen ser simplemente obra de la imaginación popular.