Por años, dicen los disidentes cubanos, el mensaje de las autoridades fue el mismo: claro que pueden viajar al exterior, pero si lo hacen, no los dejaremos regresar.
Ahora, dos prominentes opositores al gobierno dicen que les han comunicado que tienen libertad para entrar y salir bajo una nueva ley que elimina viejas restricciones que limitaban las posibilidades de viajar a casi todos los isleños.
Se trata de un riesgo calculado que puede convertir a los disidentes en embajadores del cambio en este país comunista, al facilitarles la aceptación de premios en el exterior y al despejarles el camino para que formulen críticas al gobierno cubano ante parlamentos extranjeros.
Al mismo tiempo, anula uno de los principales cuestionamientos a la situación de los derechos humanos en Cuba: la denuncia de que los disidentes son prácticamente rehenes a quienes se les restringe su libertad de circulación.
“Antes la política era sacarlos del país y ayudó a mantener el gobierno de Castro”, dijo Anne Louise Bardach, analista especializada en Cuba y autora de Cuba Confidencial (Cuba Confidential). “Pero si les permiten volver, es algo que cambia las reglas del juego porque puede ser un primer paso con miras a un proceso democrático. Si la gente puede ir al exterior, criticar al gobierno y volver, eso representa un nuevo día en Cuba”.
La decisión del gobierno tiene potencialmente aspectos positivos y otros no tanto, pues al tiempo que demuestra que está más abierto a dejar que sus ciudadanos viajen, se expone a que buena parte de ellos, disidentes o no, no vuelvan.
Aquellos viajeros que vean el mundo por primera vez podrán experimentar cosas que podrían hacerlos reclamar más libertad y bienes materiales en su país o que podrían hacerlos sentirse agradecidos de vivir en Cuba por tener asegurada la atención médica y la educación de manera gratuita.
Algunos seguramente experimentarán ambas reacciones al mismo tiempo.
El hecho es que cubanos de todos los orígenes hicieron cola frente a las agencias de viaje y a las oficinas de inmigración en momentos en que la ley, que elimina el requisito de una visa de salida, entró en vigor el lunes.
Querían reservar pasajes, renovar pasaportes expirados o simplemente obtener más información.
Una de las que hizo cola fue Yoani Sánchez, la bloguera disidente que se ha hecho famosa en el exterior por sus escritos acerca de las frustraciones de la vida diaria en Cuba. Sánchez dijo que una veintena de veces le negaron permiso para viajar al exterior a aceptar premios o participar en conferencias y que las autoridades le dijeron que sólo podía salir si era para no volver.
Esa es una práctica que ha sido usada para deshacerse de personas consideradas problemáticas, incluidos decenas de activistas detenidos en 2003 durante una campaña contra los disidentes.
Bajo un acuerdo que fue mediado por la Iglesia Católica, muchos de ellos aceptaron exiliarse en España al ser liberados, aunque otros también recuperaron la libertad y permanecieron en Cuba.
Sánchez dijo que, para su sorpresa, un funcionario le dijo el lunes que podía salir y regresar cuando tramite su nuevo pasaporte, algo que podría tomar unas dos semanas.
Ese día, la disidente publicó un tuit en el que anunció su deseo de visitar amigos en Canadá. “No me perdería por nada ir a ver a mis amigos en Canadá. Lo más difícil será hacer el cronograma del viaje!”.
“Soñaré con abrazos, con muros que caen y fronteras que se disuelven”, agregó en otro trino.
Sánchez será aparentemente la primera disidente que pondrá a prueba la nueva lay, pero seguramente no la única.
En entrevistas con The Associated Press, varios otros disidentes confirmaron que piensan viajar al exterior a corto plazo, incluidos dos que no habían podido recoger en persona los premios Sajarov a los derechos humanos que les fueron concedidos.
Una de ellas es Bertha Soler, líder de las Damas de Blanco, que espera viajar con una delegación de mujeres a Estrasburgo, Francia, para recoger el premio que le concedieron en 2005.
El otro es Guillermo Fariñas, ganador en 2010 tras una huelga de hambre quien dijo que agentes de la seguridad del estado se tomaron el trabajo de ir a visitarlo a su casa, en la ciudad central de Santa Clara, para informarle que podría salir del país y regresar.
Tanto Fariñas como Soler seguramente aprovecharán la oportunidad para criticar al gobierno, buscar apoyo y hacer gestiones ante otros gobiernos para que presionen a Cuba en torno a los derechos humanos y la democracia.
“La posición mía va a seguir siendo la misma donde quiera que esté, yo diré lo mismo donde quiera”, dijo Fariñas. “La posición no va a cambiar. Yo creo que el gobierno cubano debe ser remplazado por un gobierno democrático y está en las manos de la ciudadanía cubana poner otro gobierno o ratificar este que actualmente está”.
Las autoridades cubanas consideran a la pequeña comunidad disidente como traidora y evita hablar de ella, a menos que sea para acusarla de “contrarrevolucionarios”, que aceptan dinero del exterior para combatir al gobierno.
A las autoridades comunistas seguramente no les entusiasma mucho la perspectiva de que los disidentes ganen estatura internacional y forjen alianzas en el exterior. Pero el gobierno del presidente Raúl Castro aparentemente piensa que los beneficios serán mayores que los riesgos.
“Los disidentes van a repetir las mismas críticas de siempre, pero ahora van a poder viajar adonde antes no podían hacerlo”, dijo Philip Peters, analista senior sobre Cuba del Lexington Institute, un grupo de estudios de Virginia. “Considero que el gobierno cubano se va a ver fuerte porque dice que no hay nada que temer si se permite que los críticos políticos salgan de Cuba y regresen”.
La ley contiene un artículo que le permite al gobierno negarle pasaporte a una persona por razones de seguridad nacional y se cree que ese artículo podría ser aplicado sobre todo a los disidentes.
Por eso algunas personas se muestran escépticas respecto a las posibilidades de que Sánchez, Fariñas y otros puedan ir y venir libremente.
“No sé”, dijo el activista Elizardo Sánchez, quien dijo que tiene invitaciones pendientes a España y a otros países por su trabajo al frente de una organización que vela por los derechos humanos. “Hay que esperar”.
El problema del gobierno con los viajes de los disidentes es distinto al que le preocupa al resto de los cubanos pues se expone a que jóvenes talentosos, ambiciosos y educados busquen fortuna afuera. Pero el gobierno cubano piensa, sin duda alguna, que puede ganar esa apuesta.
La ley contiene artículos que estimulan a los cubanos a volver. Permite que permanezcan largo tiempo en el exterior sin perder su derecho a regresar y deja abierta la posibilidad de que envíen remesas o traigan dinero cuando vuelvan, factores ambos que repercutirían positivamente en la economía nacional.
Una pequeña ola migratoria, por otro lado, aliviaría algunas presiones sociales, especialmente si los elementos más disconformes se van y no regresan.
“Es un riesgo calculado y obviamente piensan que saldrán ganando”, expresó Bardach. “De lo contrario no lo habrían hecho. En Cuba nada sucede de repente”. AP