Un buen disfraz es un elemento esencial para cualquier robo eficaz. El estadounidense Richard Boudreaux, de 23 años, lo tuvo en cuenta cuando se preparaba para robar el restaurante donde solía a trabajar, pero se olvidó de un pequeño detalle.
El joven almacenó los instrumentos necesarios para el asalto. Calculó bien la hora para irrumpir en el local y sacar el efectivo de la caja. Se puso guantes, para no dejar huellas digitales, y también un uniforme color caqui de una talla grande para ocultar mejor las líneas de su cuerpo ante las cámaras de seguridad del local. Pero al forzar la puerta trasera del restaurante, se dio cuenta de que se había olvidado la máscara.
No tardó mucho en encontrar una solución. Salió y en un instante volvió a entrar, pero esta vez con un balde en la cabeza. No tuvo problema para sacar el dinero de la caja e irse tranquilamente. Sin embargo, los segundos en los que no ocultó su rostro fueron suficientes para que los policías lo identificaran en el video grabado por las cámaras. Poco después Boudreaux fue detenido en su casa.
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