Creo que van quedando pocas dudas en el mundo de la oposición democrática acerca de lo indispensable que resulta combinar la acción política electoral con acciones no violentas de desobediencia y participación en la conflictividad social. El reciente anuncio hecho por Gabriel Puerta en relación a la creación de una Comisión de Agitación en la MUD va claramente en la dirección correcta pero hay muchos hilos por atar en este crucial debate.
En primer lugar, habría que destacar que a nadie le conviene la violencia. Sobre todo, no nos conviene la violencia a nosotros porque ese es el territorio donde el chavismo extremista es más poderoso y cuenta con sus mejores armas.
Eso quiere decir que la acción concreta de desobediencia, desacato o de participación en los conflictos sociales debe ser no violenta. Eso también implica que los llamados a protestar como sea y donde sea por la violación de la Constitución pueden ser tremendamente contraproducentes.
En segundo lugar, que es indispensable internalizar que el régimen chavista no es ninguna dictadura convencional que oprime al pueblo en su conjunto. De hecho, el apoyo popular al gobierno, por las razones que sea, es muy sustancial. Eso significa que es necesario debilitar primero las bases de sustentación que hacen de la oferta chavista una oferta atractiva para importantes sectores de nuestra población.
Esto es esencialmente un problema de estrategia política de mediano aliento que debe combinar una narrativa poderosa con la acción concreta.
En tercer lugar, que no es posible asumir a medias tintas la tarea de vincularse con los sectores populares y tampoco pretender hacerlo a través de imposturas en un país donde casi el 80% de la población pertenece a sectores empobrecidos o de clase media baja. Esto parece fácil decirlo, pero es una de las tareas más complejas porque es lo que a mediano plazo puede transformar a un régimen popular en uno que haya perdido el favor de la gente. Lamentablemente hay muy pocos atajos en esta materia y los que puedan existir no son controlables por las fuerzas de oposición porque dependen de hechos en parte aleatorios, como por ejemplo la reacción de la población frente a las promesas incumplidas del gobierno o la crisis económica que se avecina.
Por otro lado, está el hecho muy perturbador de que hay importantes sectores de la oposición que tienen por un lado un discurso de que el país se está desmoronando por la acción destructora del chavismo y, por otro lado, una práctica donde su actuación política está esencialmente condicionada por prebendas electorales.
En algún momento, más temprano que tarde, esto tiene que terminar y darle paso a una conducta ética comprometida verdaderamente con los intereses superiores del país.
Prestarle atención a todos estos elementos en su conjunto es indispensable para el diseño de una estrategia de mediano aliento. Intentar resolver solamente una parte de la ecuación, por ejemplo solamente el problema de participar en unas elecciones, termina por conducir a nuevas frustraciones. De hecho, en una pelea tan desigual como la que se libra entre la sociedad democrática venezolana y el chavismo, es más frustrante ver las incoherencias en el liderazgo que perder batallas importantes.
No hay nada que pueda reemplazar en una contienda contra un adversario tan poderoso a un liderazgo político consistente. Todavía existe el espacio para que la MUD se reorganice para ofrecer ese liderazgo pero difícilmente eso podrá hacerse con el sólo concurso de los partidos políticos hoy agrupados en la mesa y sin la participación de las organizaciones de la sociedad civil, como las que agrupan a trabajadores y universitarios. Si esta reinvención del liderazgo se realiza exitosamente, entonces podremos regresar al problema esencial de cómo administrar el considerable capital político de la oposición sin crear una sensación de inacción que induce a mucha gente a pensar que la MUD está avanzando hacia una condición de grupo dirigente que parece no dirigir a nadie, como lo apuntó recientemente Alonso Moleiro.
Aprovechar, y sobre todo, crear oportunidades es un arte muy difícil en cualquier actividad humana y especialmente en la política. La alternativa democrática en Venezuela cuenta con fuerzas muy importantes, todo un país en “azul”, que pretende ser silenciado por la oligarquía que dirige al país “rojo”. Pareciera que gradualmente estamos llegando al convencimiento de que es necesario diseñar una estrategia de acción no violenta combinada con los espacios electorales que debe acompañar a una narrativa que todavía está por armarse.
Esta reflexión tiene que llevarse a la gente porque es importante que la gente la entienda y se compenetre con ella para evitar el desánimo que parece apoderarse lentamente de los venezolanos. La posición del chavismo parece inexpugnable, por ahora. Pero eso puede cambiar.