Holanda homenajeaba el martes a la reina Beatriz, que anunció su decisión de abdicar en favor del príncipe Guillermo-Alejandro, cuya esposa, la argentina Máxima, atenúa con su popularidad las reticencias de muchos holandeses de verlo acceder al trono.
“Es el fin de una era de más de 30 años, fue una buena reina”, afirmó Paul Hofstra, un holandés de 62 años al pasar delante del palacio real en el centro de La Haya.
“Fue y es un ícono holandés”, sostuvo Irene Kruyer, 54 años, una habitante de Rotterdam, a 20 km de La Haya, que vino expresamente a la capital para ver el palacio, donde los periodistas eran más numerosos que los holandeses presentes para homenajear a la reina.
“Impone un enorme respeto. Trabaja mucho”, afirmó Cora van der Loos, 61 años. “La gente se jubila a los 66 años. Ella tiene 75 años, lo que representa 9 años más de trabajó”, agregó.
Unos 7,4 millones de holandeses, sobre un total de 16,5 millones, vieron en directo el lunes el discurso en el cual la reina Beatriz anunció que el 30 de abril próximo iba a abdicar a favor de su hijo mayor, el príncipe Guillermo-Alejandro, al cabo de 33 años de reinado, anunció el martes la televisión pública holandesa.
Guillermo-Alejandro se convertirá, a los 45 años, en el primer rey desde Guillermo III, que reinó desde 1849 hasta su muerte en 1890.
A Guillermo III lo sucedieron una regente y tres reinas.
Muchos holandeses se muestran reservados con relación a la capacidad del futuro monarca de suceder a su madre.
En los últimos quince años, el hijo mayor de la reina trabajó duramente para interiorizarse en los asuntos del reino y hacer olvidar un pasado de juerguista.
En esa campaña de reconquista del corazón del pueblo holandés cumplió un papel muy importante la futura reina, Máxima.
La argentina, hija de un jerarca de la dictadura militar de los años setenta, conquistó rápidamente la simpatía de los holandeses por su belleza y su sonrisa y, sobre todo, por la rapidez con que aprendió el idioma de su país de adopción, que habla perfectamente.
“Es un buen tipo. Espero que sea magnífico como su madre”, dijo, sonriendo, Leo van der Host, 65 años, al pasar delante del palacio en su jogging matinal. “Además tiene una esposa extraordinaria que todo el mundo adora”, agregó el holandés antes de seguir su camino.
Afp