Una mujer de 24 años sorprendida por la policía islámica en una relación con un hombre casado fue azotada públicamente en su ciudad natal de Timbuctú, en Mali. Para los extremistas islámicos, su romance era “haram”: prohibido. El adulterio casi termina con la muerte de ella y de su amante.
De infobae.com
En una serie de entrevistas durante tres días con periodistas de The Associated Press, Salaka Djicke narró el horror que tuvo que soportar durante los 10 meses de un gobierno de extremistas islámicos en el norte de Mali.
Estos milicianos vinculados con Al-Qaeda tuvieron aterrorizada a la población, azotando a mujeres y niñas casi todos los días por no adherirse a su estricta interpretación del código moral conocido como la sharia, basado en el Corán. Antes de ser expulsados la semana pasada por las tropas francesas, los extremistas habían aplicado una dura interpretación de la sharia en la región, antes gobernada por musulmanes moderados.
Hasta la llegada de los islamistas, Djicke tenía una vida relativamente libre. Al igual que sus hermanas y amigas, hablaba abiertamente con los hombres; así había conocido al hombre con el que sostenía una relación, casi un año antes.
Tres meses después de su llegada, los extremistas arrestaron a un hombre y a una mujer analfabetos, ambos pastores pobres que vivían juntos desde hacía años con sus animales fuera de la ciudad de Aguelhok. El hombre había dejado a su esposa para reunirse con ella, su amor adolescente, con quien tuvo dos hijos fuera del matrimonio: el más joven, de apenas seis meses de edad.
En la última semana de julio, los islamistas se apoderaron de su campamento nómada y los detuvieron. Los llevaron al centro de la ciudad y anunciaron que serían apedreados hasta morir, por adulterio.
Cavaron un agujero del tamaño de un hombre y los obligaron a arrodillarse en el interior. Hicieron que los aldeanos se acercaran para que vieran lo que era la sharia. Luego tiraron la primera piedra, y siguieron hasta que la pareja murió lapidada.
Después de ese episodio, se palpaba el miedo en las calles de Timbuctú. Por eso, Salaka Djicke y su amante comenzaron a verse sólo una vez a la semana.
Para entonces, los extremistas golpeaban a todo tipo de mujeres por no cubrirse totalmente, desde madres embarazadas hasta abuelas y niñas. Una mujer ya no debía hablar ni siquiera con su propio hermano frente a su casa.
En la noche del 31 de diciembre, la pareja salió de la vivienda de Salaka, hacia el oeste. Aunque trataron de burlar a los policías, con ella a pie y él en una motocicleta, aparecieron varios hombres barbudos. El amante huyó en su motocicleta. Por ser casado, él habría pagado el castigo más fuerte.
Los hombres se la llevaron al cuartel de la Policía Islámica. Durante las siguientes tres noches, ella durmió sola en un piso duro de una habitación grande de cemento.
El 3 de enero fue presentada ante un tribunal islámico. Justo ocho días antes de que el presidente francés, Francois Hollande, aprobara una intervención militar en Mali, Salaka fue declarada culpable de tener una relación extramarital y condenada a recibir 95 latigazos. Se trataba de un castigo severo, incluso para los estándares de los islamistas.
La policía hizo que ella se arrodillara en una plazoleta. El ejecutor dijo en voz alta el delito de Salaka y cuál sería su castigo. Entonces comenzó a flagelarla con una rama. El dolor hacía que ella se retorciera y soltara gritos agudos. Se podía escuchar cómo respira con dificultad.
Ella podía sentir cómo corría la sangre. Cuando todo terminó, le dijeron que si la volvían a ver con un hombre, la matarían.
“Éste era un régimen tiránico que no tenía misericordia hacia las mujeres”, dice Salaka. “No soy la única que ha pasado por esto. Hice esto sólo porque estaba enamorada”.
La semana pasada, Salaka fue una de las miles de personas que salieron a las calles para vitorear a los soldados franceses luego de que liberaron la ciudad.