Por varias semanas las autoridades económicas venezolanas estuvieron dando largas a un conjunto de medidas que todos esperaban pero cuyos detalles se desconocían. Las medidas estaban programadas para ser anunciadas justo después de la toma de posesión del Presidente Chávez. Pero el Presidente nunca regresó de la Habana, y sin Presidente en ejercicio, y ante la incertidumbre de unas posibles nuevas elecciones presidenciales, la decisión de anunciar “correctivos” tradicionalmente anti-populares se fue dilatando.
Sobrevino el mes de enero y parte de febrero con una visible paralización de la actividad económica. Ya venía la economía venezolana azotada, durante varios meses, por un cuadro de escasez de divisas, de escasez de productos de primera necesidad así como de recursos fiscales para cubrir las necesidades y compromisos del gobierno. Finalmente, las autoridades económicas, encabezadas por el ministro Jorge Giordani y el Presidente del Banco Central, Nelson Merentes, anunciaron este pasado viernes una devaluación lineal de casi 50% en la tasa de cambio oficial, la eliminación del mercado cambiario alternativo de compra-venta de títulos gubernamentales denominados en dólares, y la configuración de un sistema de aprobación y entrega de divisas que luce aún más complejo y restrictivo que el existente.
¿Qué vino a resolver este conjunto de medidas administrativas en torno al sistema cambiario? En realidad sólo una cosa, cubrir una porción de la brecha fiscal del sector público. Una brecha que se ha estimado puede ser este año cercana a los 7 puntos del PIB para la administración central y de 16 puntos del PIB para todo el sector público consolidado. Estos números fiscales en un país que ha visto pasar una inusitada bonanza en los precios del petróleo no pueden ser sino el resultado del despilfarro, del clientelismo más grotesco y de un pésimo manejo macroeconómico. Ahora con la devaluación de la tasa de cambio, tanto PDVSA como el tesoro pueden obtener más bolívares por cada dólar petrolero y en un escenario que, con alta probabilidad, vislumbra la separación absoluta de Hugo Chávez y el regreso a una nueva campaña electoral, el chavismo y Nicolás Maduro se han asegurado una buena cuota de recursos.
Diosdado Cabello se abraza con Nicoás Maduro tras su elección para la Asamblea
Desde luego, quedan serios y complejos nudos por resolver. Si bien el gobierno se hace de más bolívares por cada dólar de productos exportados por PDVSA, la “producción” de dólares petroleros sigue siendo la misma, pues ni el precio ni la producción de petróleo están en alza. Los problemas de escasez de divisas siguen estando latentes, las restricciones que tiene el sector privado para importar parecen ahora aumentar pues ya no hay un mercado alternativo para comprar divisas y todo el mundo regresa al detestable y desgastante proceso de CADIVI, donde los retardos en las asignaciones pueden llegar con facilidad a los 6 meses. La escasez de productos, de insumos y de partes seguirá marcando la pauta en un país que abandonó las políticas de estímulo a la inversión y la producción industrial y que se ha sumido en una dependencia creciente de las importaciones.
Cierto es que el crudo Venezolano se cotiza en los mercados internacionales a poco más de 100 dólares el barril. Pero en los últimos dos años el precio no ha seguido subiendo, PDVSA ha dejado de cobrar una buena parte de la exportaciones a raíz de unos convenios leoninos de dudosa justificación, y los gastos y transferencias de la empresa se han multiplicado. PDVSA, por ejemplo, transfiere dólares a diferentes empresas y organismos públicos para importar desde alimentos hasta lavadoras; transfiere dólares petroleros a un mil millonario fondo de desarrollo cuyas cuentas se desconocen y de igual manera lo hace hacia la misión Gran Vivienda Venezuela para que compañías iraníes, chinas, rusas y bielorusas construyan viviendas que perfectamente nuestros hombres y mujeres y nuestras empresas podrían construir.El saldo restante de recursos apenas alcanza para la reinversión en la producción, para dotar a la economía de las divisas que necesita y para enterar al fisco de las obligaciones fiscales.
Esta realidad es la que explica por qué el Banco Central se ha quedado con una bajísima disponibilidad de divisas y por que el ingreso fiscal de origen petrolero viene cayendo sistemáticamente. Los resultados: escasez de dólares para alimentar al mercado cambiario y escasez de recursos fiscales para cubrir la creciente vorágine de gasto público.
Para colmo de males, la devaluación de la moneda se estuvo esperando por varios meses, la escases de dólares llevó el mercado negro a una cotización 5 veces mayor a la tasa oficial y las conductas defensivas de los agentes despertaron un proceso de aceleración inflacionaria. Hasta ahora nadie ha explicado como con la misma oferta de dólares la devaluación puede bajar la cotización del mercado negro. Así, la meta del gobierno de bajar la inflación este año a un rango entre 12% y 14% anual ha quedado a un lado y Venezuela se enrumba a un proceso inflacionario que llevará la tasa de inflación a umbrales superiores al 30%. Considerando que la tasa de inflación de la región puede estar alrededor de 5%, en sólo pocos meses los efectos reales de la devaluación se habrán desvanecido y estaremos una vez más en el mismo lugar: con una inflación que inercialmente sube todos los gastos incluyendo los del gobierno y con una moneda abiertamente sobrevaluada.
Todo esto deja entrever que la devaluación de la moneda en Venezuela en los últimos años no es sino una obligada corrección a la que a regañadientas llega el gobierno por haber puesto a los caballos por detrás de la carreta. El problema macroeconómico real es la inflación y en ese plano el gobierno luce francamente desorientado.