El Gran Inquisidor se sienta frente al reportero de la Agencia Venezolana de Noticias (AVN). Hace tiempo que ha decidido no dar la cara ante los medios de oposición. Con los años no sólo se le han ido agotando las ideas sino también la paciencia, la tolerancia con quien piensa diferente. “El sector privado produce 3.000 millones de dólares al año y demanda 30.000 millones”. Si esa es la demanda: ¿por qué fue necesario devaluar? Según el BCV, nuestras exportaciones petroleras totalizaron en 2012 92.233 millones de dólares. ¿Cuál es el problema de asignar un tercio a importaciones privadas? El Gran Inquisidor sabe cuál es el problema, pero el reportero de AVN no le va a preguntar sobre eso.
“Dicen que estamos desangrando a Pdvsa porque destinamos una gran porción de los ingresos a lo social”. Pero en realidad, a Pdvsa la está desangrando, por un lado, que la obliguen a pagar regalías por más de un millón de barriles al día que produce y no cobra (los que van a Petrocaribe y al Fondo Chino); y por el otro, los aportes a Fonden. A este último, Pdvsa le ha entregado más de 50.000 millones de dólares, lo que sumados a los aportes del BCV totalizan más de cien mil millones de dólares. ¿Qué ha hecho con ese dinero? ¿Qué ha sido del Fonden y del Fondo Chino? ¿Está preparado el Gran Inquisidor para rendir cuentas, para mostrarnos en detalle cuánto entró, qué se hizo en concreto y cuánto nos queda? “Vivimos de la insaciabilidad del dólar, de una especie de ninfomanía dolarizada”. ¿Hay acaso mayor voracidad, mayor “ninfomanía dolarizada” que la del propio gobierno?
El Gran Inquisidor fustiga a los venezolanos por no dejar su dinero en bolívares, ganando tasas de interés que en ningún caso llegan ni a la mitad de la inflación. Y es que así, con las pérdidas de valor en los ahorros de todos, se financia la revolución. El beato tartufo tampoco hace referencia alguna al hecho de que desde la implementación del control de cambio el gobierno haya puesto a circular 3.650% más de monedas y billetes (44% anual). “Si eliminamos Cadivi y dejamos todo libre, las reservas no durarían tres días”. Con esa cantidad de dinero que él ha impreso y con el pánico que se reparte aquí todos lo días a manos llenas, no cabe duda. Ninguna mención a la conexión entre esos desvaríos monetarios, la inflación y la devaluación.
En su lugar, recurre a la mortificación de la carne: “no se justifica que la gente se atiborre de comida chatarra… por eso hay tanta obesidad”. Resulta curioso que haya utilizado este ejemplo de la obesidad de manera despectiva (para nosotros) y didáctica (para el gobierno): “Cuestionan que usemos la palabra ajuste. ¡Cretinos! Si un tipo tiene cien kilos de sobrepeso, más vale que se ajuste o le da una embolia o un infarto”. Es así: 18% del PIB de déficit, financiado imprimiendo billetes, pone a cualquier economía en la vecindad de un infarto. “Si esto es un paquetazo, ¿dónde está la privatización?”. El monje plantea esta pregunta en un país en donde lo más preciado, la defensa de la vida, se privatizó hace rato. La salud y la educación también. Si tiene dudas, podría preguntarle a sus colegas de gabinete a qué colegio mandan a sus hijos o a qué clínicas llevan a sus familiares. Y su vaya palabra por delante.