La mayor derrota de este gobierno se da en el plano ético y moral. La ruina de nuestra economía, los miles de venezolanos que mueren en manos del hampa o el odio social usado como instrumento de control social son producto de una enorme crisis de valores promovido desde el poder. Desde los tiempos cuando Chávez mandaba se observó en la llamada revolución una tendencia irreversible a tener el poder como un fin en sí mismo, llevando la vieja consigna atribuida a Nicolás Maquiavelo de que el fin justifica los medios a estados casi de amoralidad.
En medio de la mitomanía revolucionaria, todo lo relacionado con la enfermedad del presidente ha estado signado por un manejo oscuro y poco transparente, donde inclusive su salud ha pasado a un segundo plano frente a la necesidad de mantener el poder. Esa es la razón por la cual obvió atender su enfermedad en los mejores hospitales de Venezuela o del mundo, prefiriendo entregar el destino de su cuerpo a los hermanos Castro. Ojalá que el presidente pudiera recuperarse y asumir la responsabilidad del caos que ha creado durante años, pero todas las evidencias indican que no será así, lo que llevará al gobierno a decidir sobre la base de una encrucijada. Tenemos dos escenarios, uno en donde prevalece el sentido común y la responsabilidad y el presidente es juramentado por el TSJ, ratifica a Maduro, renuncia y convoca a elecciones, o el segundo escenario en donde se intenta repetir la experiencia del 2002 cuando aplazaron el referéndum revocatorio hasta estar seguros de que era muy poco probable de que perdieran las elecciones. Analizaré ambos casos.
Cualquier análisis sobre lo que ocurre en el país tiene el problema del poco acceso a la información y la adicción al engaño de los voceros oficiales, de hecho, para entender al gobierno, más que politólogos o científicos sociales se necesita un detector de mentiras. La enredadera de falsedades y conspiraciones al interior del proceso recuerda lo que decía Müller Rojas cuando describió a la cúpula chavista como un nido de alacranes. Independientemente de las restricciones, la información ofrecida por periodistas serios y muy bien informados como @nelsonbocaranda, y la evidente ausencia, me llevan a creer que se impondrá el escenario señalado por el propio presidente el 8 de diciembre cuando dijo que ante la imposibilidad de seguir gobernando se siguiera el rumbo establecido en la Constitución. Es más estoy convencido que el gobierno tratará de realizar las elecciones el segundo domingo de abril para hacerlas coincidir con una fecha cercana al 11, dándole un carácter épico a la elección y ratificando que se votará por Chávez y no por Maduro.
Está claro que la situación física del presidente no le permite gobernar y creo que la oposición debe asumir que el problema ya no es Chávez. No hay nada más impopular que meterse con una persona enferma, aún cuando éste haya sido un tirano. Para el país el problema debe ser las consecuencias económicas y sociales del paquetazo rojo, la ineficiencia de Maduro y su pandilla y los problemas del día a día que este gobierno ha dado suficientes muestras de incapacidad para solucionar. La foto, el retorno del presidente, las acusaciones contra los líderes opositores, son medidas que quieren sacar de la agenda pública los problemas que realmente implican un costo político para el gobierno. Al país se le presentará probablemente una nueva oportunidad de superar el modelo del caos y atraso y debemos estar enfocados en ella. Todo aquel que crea que Venezuela debe ser un país moderno, de emprendedores, con reglas democráticas claras y con respeto a la disidencia y a las ideas distintas debe enfocarse en contactar a los casi 7 millones de personas que votaron por @hcapriles el 7 de octubre y activarlos.
Reitero, para el país el problema es Maduro, su pandilla y la irresponsabilidad que lo llevaron a devaluar y a castigar el bolsillo de los venezolanos con un barril de petróleo por encima de los 105 dólares, así como el resto de las medidas del paquetazo rojo que están por aplicar como el aumento de la gasolina, mayores impuestos o la disminución del gasto público en obras de infraestructura o políticas sociales en lugar de detener el subsidio a sus socios políticos.
La mentira tiene los pies cortos. El gobierno pagará un alto costo político por pretender sostenerse sobre el engaño, la confrontación, las amenazas y las armas de la república. Mientras los factores que adversan al gobierno mantengan una lucha democrática, basada en principios, centrada en los problemas de la gente y no en interés grupales, más temprano que tarde el pueblo los favorecerá electoralmente.
Carlos Valero.