El retorno del Presidente ha resuelto apenas coyunturalmente los apuros de “la sucesión”. Apremiada por el ambiente de inestabilidad que provocó la devaluación y los altos índices de desabastecimiento, además de las presiones causadas por la prolongada estadía de Chávez en La Habana, la revolución se vio obligada a forzar el regreso del comandante, aunque con ello obtuviese sólo una bocanada de oxígeno que resultará insuficiente con el paso de los días. La verdad es que el riesgo a que está sometido Maduro -a quien las bases chavistas identifican como el responsable de las impopulares medidas económicas- no ha cesado: por el contrario, tenderá a incrementarse como consecuencia de las desproporcionadas expectativas populares creadas en torno al arribo del primer mandatario.
La situación es paradójica, pues si bien la llegada de Chávez a Venezuela clausura los cuestionamientos sobre su prolongada estadía en Cuba, ella no solventa el perceptible vacío que su ausencia causa entre sus seguidores. Producto del manejo que la nomenclatura ha hecho para sacarle provecho al episodio, los partidarios del “proceso” están convencidos de que su líder ha regresado para poner orden en el gobierno y, sobre todo, para restablecer el ambiente de prosperidad y bonanza que reinó en el país durante un largo período. Sin embargo, la esperanza de rectificación con que el pueblo ha recibido a Chávez, contrasta con las realidades, lo que, sin duda, afectará a los conductores de “la sucesión”, quienes han quedado irremediablemente asociados con la carestía y la depreciación del bolívar fuerte.
Adicionalmente, y contradiciendo el trabajo mediático realizado por el sistema nacional de medios públicos -dirigido a posicionar la imagen del vicepresidente como el líder de esta nueva fase revolucionaria-, el retorno del jefe del Estado impacta a la figura de Maduro, cuya imagen ha quedado inexorablemente opacada con la presencia del Presidente, de quien el país chavista espera, como se ha dicho, algo más que una mera fe de vida. No deja de ser una ironía que en este momento sea Maduro el que más necesite de una aparición pública que certifique la recuperación del comandante. Perjudicado por los efectos de las medidas económicas, y por el caos que contamina la estabilidad del país, el vicepresidente está urgido de una reconfirmación de su autoridad como el líder indiscutible de “la sucesión”, o lo que lo mismo, de una renovación del poder que Chávez le concedió el 8 de diciembre, menoscabado por su impericia para administrar el difícil trance económico que vive Venezuela. Queda claro que a Maduro tampoco le sirve una simple fotografía. Necesita que Chávez les hable a los venezolanos.
Argelia.rios@gmail.com Twitter @Argeliarios