La manera brutal como el mensaje de los personeros del gobierno es transmitido, en esta hora aciaga para la República, en que opera subrepticiamente una transición anunciada, pero que no ha sido investida de la formalidad legal que requiere, obliga a la oposición a replantear su estrategia comunicacional para dar respuesta a tan feroces ataques, de manera de dejar atrás una inacción que comienza a señalársele desde diversos sectores de análisis político. A tal efecto, los planteamientos contundentes, el lenguaje directo, el tono de la voz y los ademanes enérgicos, de líderes como Antonio Ledezma, comienzan a ser la respuesta que se espera desde el sector opositor. Por otra parte la lucha por la verdad, entablada desde el sector estudiantil, es otra muestra de la reacción que debemos dar cuando el gobierno intenta arrollarnos e intimidarnos.
La búsqueda de la verdad y el desnudamiento de la mentira, deben ser actitudes intransigentes que nos planten firmes frente a los atropellos y engaños del gobierno, en boca de sus principales personeros. Hasta ahora la oposición ha sido muy respetuosa, excesivamente diría yo, de las cifras que proporciona el gobierno, incluso el BCV. Esto ha sido así a pesar de que la data es opaca, no se puede auditar, no la validan fuentes independientes, no se muestran estadísticas sino las que al gobierno le conviene. La producción petrolera es un caso emblemático: el PODE, compendio de estadísticas del ministerio tiene años de atraso, la OPEP, la Comisión Nacional de Energía de los EEUU y otros organismos internacionales dicen que Venezuela produce alrededor de 2,3 MM b/d, pero el gobierno con gran cinismo mantiene que nuestra producción alcanza los 3 millones de barriles diarios.
En materia de desarrollo urbano y vivienda el manejo de las cifras en crucial porque la gran mentira en que se sustenta la misión vivienda se materializa en la construcción de edificaciones en sitios de alta exposición pública, para crear la percepción de que se está construyendo en gran escala, y en unas cantidades, o cifras engañosas, de viviendas que el gobierno dice que está edificando. Considerando la proverbial opacidad de las cifras del gobierno, su incapacidad manifiesta para producir logros, la preminencia de lo ideológico y lo político por encima de lo técnico y lo científico, así como la proximidad de los eventos electorales de 2012, mal se le podría dar alguna veracidad a las cantidades de viviendas construidas que el gobierno dice que edificó. Por ello es desconcertante que desde la oposición se tomen esas cifras que da el gobierno como buenas y apenas se cuestione que muchas de ellas corresponden al poder popular.
Asistí a una presentación que hicieron especialistas del BCV sobre la metodología utilizada para preparar las estadísticas de construcción de viviendas en el país. A una pregunta mía uno de los especialistas reconoció que las cifras del sector privado son auditadas por técnicos del instituto emisor para verificar su autenticidad, pero esto mismo no ocurre con las cifras que proporcionan los organismos públicos; éstas se toman de buena fe sin que el BCV las verifique.
Quiero dejar sentado que, en mi opinión, el poder popular no ha construido viviendas en los barrios populosos de las grandes ciudades del país; aunque sí lo ha hecho selectivamente y con fines electorales, en caseríos y barrios periféricos de ciudades intermedias. Por otra parte hay que dejar claro, cuando se comunique, que la construcción masiva de viviendas para responder al crecimiento de las grandes ciudades, debe orientarse hacia la periferia, para no dejar la impresión de que la solución a esto puede darse dentro de las poligonales urbanas.