Benedicto XVI dejó de ser papa este jueves a las ocho de la noche (19H00 GMT), tal como había anunciado, y prometió convertirse en “simple peregrino” de una Iglesia obligada a encontrarle un sucesor tras su histórica renuncia, la primera de un pontífice en siete siglos.
El papa alemán, de 85 años, viajó por la tarde en helicóptero desde el Vaticano hasta la residencia de Castelgandolfo, desde donde impartió su última bendición a los fieles antes de cerrar ocho años al frente de una institución sacudida por escándalos e intrigas.
El Vaticano entra así oficialmente en periodo de “Sede Vacante” abriendo la vía a la celebración de un cónclave que podría iniciarse en torno al 10 de marzo para elegir al próximo jefe de la milenaria institución.
Cuando sonaron las ocho en punto en el campanario de Castelgandolfo, la bandera del Vaticano quedó a media asta y dos guardias suizos en uniforme de gala cerraron las dos grandes puertas de la residencia papal, marcando simbólicamente el fin de su pontificado.
“Ya no seré Papa […] Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinación por esta tierra”, dijo Joseph Ratzinger, llamado en en adelante “Papa Emérito”, en su último mensaje desde el balcón del palacio.
“Gracias a todos”, fueron sus palabras como Pontífice.
Benedicto XVI vivirá en la residencia de Castelgandolfo, un pequeño pueblo a 25 kilómetros de Roma, durante dos meses antes de instalarse definitivamente en un antiguo convento del Vaticano reformado para acogerlo.
El Papa había abandonado a media tarde sus apartamentos del Vaticano, caminando lentamente con un bastón, mientras su secretario Georg Gänswein lloraba desconsoladamente.
El helicóptero, de color blanco, despegó a las 17h07 locales (16h07 GMT) desde los jardines del Vaticano mientras repicaban las campanas en todas las iglesias de Roma. Tras 17 minutos de vuelo llegó a Castelgandolfo, donde le esperaban miles de feligreses.
“Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida” escribió en su último tuit, difundido poco después de su salida del Vaticano.
Benedicto XVI anunció inesperadamente el 11 de febrero la decisión de renunciar a su misión, por “falta de fuerzas”.
Al iniciar su última jornada como Papa, pidió “unidad” a la Iglesia, en una breve ceremonia de despedida ante 144 cardenales reunidos en la Sala Clementina del palacio apostólico en el Vaticano.
También prometió “reverencia y obediencia” a su sucesor, que será elegido en un cónclave de cardenales. Según el portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, esa afirmación demuestra que no tiene “ninguna intención” de interferir en las decisiones del futuro Papa.
Camino al cónclave
La renuncia del pontífice, un hecho sin precedentes desde la de Celestino V en 1294, abre la vía a la celebración de un cónclave que podría empezar en la segunda semana de marzo si todos los cardenales están ya en Roma.
Entre los nombres más mentados para su sucesión figuran el de los cardenales brasileños Claudio Hummes y Joao Braz de Aviz, así como el del filipino Luis Antonio Tagle o el del canadiense Marc Ouellet, un gran conocedor de América latina.
La decisión de Benedicto XVI marca un precedente en la historia moderna de la Iglesia Católica, que cuenta con 1.100 millones de fieles en todo el mundo.
Entre los temas que el próximo Papa tendrá sobre la mesa figuran la difusión del mensaje católico más allá de la congregación de fieles, la modernización de la institución y la respuesta a las acusaciones de corrupción y de encubrimiento de curas pedófilos.
Benedicto XVI se despidió el miércoles de los fieles en una multitudinaria audiencia en la plaza de San Pedro, donde confesó haber vivido días agitados durante su papado, aunque dijo que la iglesia sigue “viva” y que Dios no la dejará “hundirse”.
Durante esta inédita despedida transmitida en directo por televisión, el jefe de la Iglesia explicó que “no abandona la cruz”, una respuesta al desconcierto y a las críticas que ha suscitado su gesto entre algunos católicos.