El presidente Hugo Chávez falleció el martes a los 58 años víctima de un cáncer en el hospital militar de Caracas, sin haber podido despedirse de los venezolanos, un final dramático a sus 14 años de poder, que coloca a Venezuela a las puertas de elecciones anticipadas y al chavismo ante el reto de hacer perdurar una ‘revolución’ identificada con su carismático líder.
Afp/Anna Pelegrí
“Recibimos la información más dura y trágica que podamos transmitir a nuestro pueblo. A las 16H25 de la tarde (20H55 GMT) de hoy 5 de marzo ha fallecido nuestro comandante presidente Hugo Chávez Frías luego de batallar duramente con una enfermedad durante casi dos años”, dijo Maduro con la voz entrecortada y al borde del llanto.
Maduro, de 50 años, designado como su heredero político por Chávez, debe ser el candidato oficialista para las elecciones presidenciales que deberán celebrarse en un plazo de 30 días, como indica la Constitución, probablemente contra el líder opositor Henrique Capriles, de 40 años.
Chávez había regresado de La Habana el 18 de febrero, sin ser visto ni oído, después de haber sido operado el 11 de diciembre por cuarta vez de un cáncer, cuya naturaleza y detalles nunca se dieron a conocer.
Durante todo este periodo de incertidumbre, los venezolanos sólo vieron del otrora omnipresente presidente unas fotografías en las que aparecía consciente en su cama del hospital cubano, rodeado de dos de sus hijas. La última vez que lo escucharon fue el 10 de diciembre, cuando, al partir a Cuba, se despidió con un “¡Hasta la vida siempre!” en el aeropuerto internacional.
Líder absoluto del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), Chávez había sido reelegido holgadamente el 7 de octubre por tercera vez desde que asumió el poder en 1999, y su toma de posesión, prevista el 10 de enero en la Asamblea Nacional, había sido aplazada sine die.
A pesar de que el cáncer le fue diagnosticado en junio de 2011, el mandatario recién definió su sucesión en diciembre pasado, obligado por la enfermedad.
Maduro, ex sindicalista del Metro de Caracas, afronta el reto de reemplazar a un presidente carismático y dicharachero, que concentró y personificó el poder y estableció un vínculo casi espiritual con las clases populares, su base electoral.
Chávez, que proyectó gobernar hasta 2031, aspiraba a profundizar su proyecto socialista en este país con las mayores reservas de petróleo del mundo pero aún con amplios sectores en la pobreza.
Con las misiones sociales, una de las claves de su gran popularidad, ayudó a cubrir las necesidades básicas de las clases populares, pese a ser tachado de populista por sus adversarios.
Chávez, cuyo partido controla además el Parlamento y la mayoría de gobernaciones y alcaldías, e hizo marcar el paso al poder judicial, nunca reconoció legitimidad a la oposición, ni se mostró pluralista o partidario de la alternancia en el poder.
Ejerció además un control absoluto de los medios de comunicación públicos, desde los que gobernó y se hizo omnipresente en la vida de los venezolanos. Usó y abusó de las cadenas obligatorias, en las que todos los medios del país debían transmitir sus alocuciones.
Con su don de la palabra y su discurso irreverente, el mandatario no dejó a nadie indiferente. Mientras se ganó la devoción de los pobres, fue insultante y despectivo con sus adversarios políticos, “la burguesía y el imperialismo”, polarizando a la sociedad venezolana, hoy literalmente partida en dos.
A medida que la enfermedad fue avanzando, las invocaciones a Dios y a Jesucristo se multiplicaron en boca de Chávez, quien llegó a rogarle al Señor, con lágrimas en los ojos, que “no se lo llevara todavía”.
Fue un presidente hiperactivo, hasta que la enfermedad le obligó a dejar de ser un “caballo desbocado”, como él mismo reconoció, y en los últimos meses redujo sus apariciones y discursos.
Se trató casi exclusivamente en Cuba, donde se operó además cuatro veces, alejado de los medios de comunicación, bajo la férrea seguridad cubana y en compañía de su gran aliado y amigo, el líder cubano Fidel Castro.
Este teniente coronel retirado fue elegido por primera vez en 1998, seis años después de liderar un fallido golpe de Estado contra un desgastado sistema bipartidista.
En el periodo más convulso de su controvertida presidencia, sufrió un golpe de Estado (2002) que lo apartó por algunas horas del poder, un paro petrolero de dos meses (2003) y un referéndum revocatorio (2004), que ganó.
Tras su reelección en 2006, radicalizó su proyecto con una mayor intervención del Estado en la economía. Seis años más tarde, al ganar sus últimas elecciones, prometió hacer “irreversible” el socialismo, tarea que heredará Maduro si gana las elecciones.