El presidente venezolano Hugo Chávez, que falleció este martes a los 58 años en Caracas por un cáncer, izó la bandera del socialismo y extendió el papel del Estado en la economía con nacionalizaciones, asociaciones público-privadas y controles que debilitaron al empresariado y configuraron nuevas alianzas en el exterior con potencias emergentes como China, Rusia y Brasil.
Crítico acérrimo del capitalismo, al que acusó de “expropiar al pueblo” y ser “la condena de la raza humana”, Chávez procuró especialmente durante la segunda mitad de su mandato transformar a Venezuela en un Estado socialista.
“Hemos asumido el compromiso de dirigir la revolución bolivariana hacia el socialismo del siglo XXI, que se basa en la solidaridad, la fraternidad, el amor, la libertad y la igualdad”, dijo el presidente al ser reelegido en 2006.
Tras obtener un nuevo mandato en 2012 -para el que no pudo prestar juramento en enero debido a su convalecencia en Cuba por la enfermedad-, el Estado comunitario y socialista se convirtió en el rumbo “irreversible” de su gobierno.
Su viraje hacia el intervencionismo económico se inició en 2003, luego de una huelga en la compañía petrolera estatal PDVSA que golpeó con fuerza la economía de un país, cuyos mayores ingresos en divisas proceden del crudo.
El férreo control de cambios que se mantiene hoy y las primeras medidas legales para fijar los precios de alimentos básicos como arroz, harina y leche, abrieron paso al creciente papel del Estado en la economía.
Un papel, que según el economista Asdrúbal Oliveros, el vicepresidente Nicolás Maduro -señalado por Chávez como su heredero político- buscará mantener, aunque sin el mismo margen de maniobra que tenía el carismático líder.
“Por una cantidad de desequilibrios en la economía, Maduro probablemente tenga que ser más pragmático y acceder a la reforma del control cambiario y a mejorar las relaciones con el sector privado. Cosas que sólo Chávez podía permitirse no hacer”, explicó Oliveros, director de la firma Ecoanalítica.
En coincidencia con el alza de los precios del crudo, Chávez impulsó además en 2004 una serie de reformas legales que le permitieron incrementar la renta petrolera por la vía de los impuestos y asumir en los años siguientes el control accionario de los proyectos energéticos que habían sido concedidos en la década de 1990 a petroleras privadas nacionales y extranjeras, en la llamada “apertura petrolera” a las multinacionales.
“El desmontaje de la apertura petrolera nos permitió configurar una nueva escena fiscal con mayores ingresos disponibles para la inversión socio-productiva”, explicó a la AFP Rodrigo Cabezas, exministro de Finanzas de Chávez.
Con la consigna “El petróleo ahora es de todos”, el líder armó una estructura de fondos parafiscales que le permitieron servirse de ingentes recursos para apuntalar sus políticas sociales, pero también para financiar la ola de nacionalizaciones que caracterizaron su política económica o su influencia en el exterior.
Chávez ordenó la recuperación de más de 2,5 millones de hectáreas de tierras de manos privadas así como nacionalizaciones en sectores estratégicos como el cementero, siderúrgico, alimenticio, eléctrico, el de telecomunicaciones o el bancario.
La acería argentina Sidor, la cementera mexicana Cemex, el español Banco Santander o los supermercados Éxito con participación accionaria francesa, son algunos de los nombres más relevantes en esta serie de expropiaciones.
En paralelo, también con recursos del Estado, se promovió la creación de cooperativas, empresas cogestionadas y de producción social como nuevas formas de “propiedad solidaria”.
“Se trataba de desmontar los monopolios, oligopolios y latifundios, no de acabar con la propiedad privada”, defiende Cabezas.
Pero el sector privado, cada vez con menos margen de acción debido a los controles y la galopante inflación, percibió en el crecimiento expansivo del Estado chavista, que ya para el 2009 alcanzaba más del 30% del PIB, una amenaza para su propia supervivencia.
“El socialismo es así, trata de apoderarse de los medios de producción y en el caso venezolano no fue diferente. El gobierno nunca se planteó crear sino tomar lo creado”, dijo a la AFP el economista Jose Guerra.
A la nueva dinámica nacional se agregaron también cambios con sus socios externos.
Enfrentado en lo político con EEUU, su principal socio comercial, el gobierno de Chávez comenzó a mirar hacia nuevos mercados más en sintonía con su línea ideológica como China, Rusia y Brasil.
China, que hasta hace pocos años no figuraba en el mapa económico de Venezuela, es ahora el segundo destino del petróleo nacional (640.000 b/d) y también uno de sus principales financiadores, gracias a una serie de acuerdos mediante los cuales el gobierno de Chávez logró préstamos por más de 30.000 millones de dólares a cambio de crudo.
El PIB venezolano, que en 1998 se ubicó en 91.000 millones de dólares, pasó a 328.000 millones en 2012, empujado principalmente por el incremento del gasto fiscal.
Con todo, el gobierno de Chávez no logró controlar la elevada inflación ni evitar la escasez cíclica de productos básicos, cuyos efectos acaban sintiendo las clases populares que su gobierno tanto llamó a proteger.
A la vez, el país, con una moneda sobrevalorada por efecto del control del cambio pese a ser devaluada en varias ocasiones -la última en febrero de 2013-, se hizo muy dependiente de las importaciones, en especial de los productos agrícolas.
“La economía sí creció pero no tanto como hubiese podido si se considera la extraordinaria masa de recursos que recibió el país por vía del petróleo”, estimó el economista Guerra.
Para su colega Pedro Palma, las políticas “intervencionistas y controladoras” debilitaron al país al hacerlo menos atractivo para la inversión pero dejaron una conciencia social que en el futuro no dejará de tener peso sobre la economía”.