El secuestro del cadáver embalsamado de Evita Perón, esposa del líder fundador del Justicialismo y tres veces presidente Juan Perón, forma parte de la historia macabra de la política argentina, según historiadores.
Evita, emblema del peronismo y llamada la “abanderada de los humildes”, murió a los 33 años de cáncer, cuando Perón estaba en su segunda presidencia en 1952 y el cuerpo fue embalsamado por el médico especialista español Pedro Ara.
Los funerales duraron casi dos semanas y más de dos millones de partidarios desfilaron por las capillas ardientes en el Congreso y la sede de la central obrera.
La llamada Revolución Libertadora que derrocó a Perón en 1955 secuestró el cadáver en la sede de la central CGT y lo hizo desaparecer hasta 1971.
El cuerpo de la mítica figura cobraba fuerza política por el reclamo de devolución que hacía desde la clandestinidad el prohibido movimiento peronista, por lo cual a los militares se les hacía cada vez más difícil ocultarlo.
En 1957, el féretro fue trasladado a un cementerio italiano en una operación secreta acordada con la Iglesia y enterrado en Milán bajo el falso nombre de María de Magistris.
En represalia, la guerrilla peronista Montoneros secuestró en 1970 al exdictador Pedro Aramburu (1955-1958), quien fue ejecutado en una denominada “cárcel del pueblo” tras ser acusado de la apropiación del cadáver.
Otro dictador, Alejandro Lanusse, decidió restituir a Perón el cuerpo en Madrid en 1971, operación que se concretó en su residencia del exilio en Puerta de Hierro, en el marco de un nuevo intento por democratizar al país.
Al ser elegido Perón presidente por tercera vez en 1973, el ataúd quedó depositado en una bóveda del cementerio de La Recoleta.
AFP