Sin embargo, no han podido demorar más el obituario, pues la información es tan difícil de guardar por estos días, como el agua en el cuenco formado por dos manos. Así que finalmente han encontrado un día para contarle al mundo el secreto mejor guardado de Cuba, sólo comparable en hermetismo con la propia enfermedad de Fidel Castro. Ahora vendrá el duelo, los crespones negros, los panegíricos sobre el difunto, pero también comenzarán a ventilarse las incongruencias entre los partes médicos que se publicaron y el fatal desenlace que ha tenido la situación clínica del Comandante. Las mentiras quedarán más en evidencia, las exageraciones se percibirán más burdas y la verdad le pasará factura a los líderes del chavismo dentro de Venezuela. También a los ancianos dirigentes cubanos les tocará su cuota de responsabilidad por la falta de transparencia con que manejaron la convalecencia de un presidente extranjero tratado en nuestro territorio nacional. Los ciudadanos venezolanos tienen derecho a exigir una explicación de cómo y cuándo fue realmente el deceso de su líder, habrá que ver si Raúl Castro está dispuesto a darla.