Con música revolucionaria a todo volumen y bebiendo a pesar de la ley seca, residentes del populoso barrio que el venezolano Hugo Chávez llevaba más hondo en el corazón se preparan para recibir los restos de su “presidente comandante”.
La gente del “23 de enero” tiene henchido el pecho de orgullo porque los restos de su líder fallecido el martes por un cáncer reposarán en un edificio con apariencia de cuartel antiguo que ahora será convertido en el Museo de la Revolución.
Fotos Afp
Reuters/Por Patricia Vélez y Terry Wade
Enclavado en un cerro frente al Palacio de Gobierno, el cuartel color ladrillo y crema domina toda la ciudad de Caracas. Desde allí, un joven Chávez comandó el 4 de febrero de 1992 un fallido golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez.
Bajo un gran hermetismo, un puñado de obreros entra y sale del edificio bajo la mirada de los militares que custodian los portones. Los trabajadores llevan unos tres días preparando el lugar donde será colocado el cuerpo embalsamado de Chávez en una urna de cristal.
En la calle que conduce al cuartel, donde una antorcha se suma al abrasador sol y una placa reza “El amanecer de una esperanza” en recuerdo de la gesta chavista, el pintor Nelson Santana daba los últimos toques en rojo a la frase “Hasta siempre comandante” sobre una pared mientras tarareaba una canción de protesta.
“Estamos demasiado contentos, van a traer a nuestro comandante acá, a una parroquia (barrio) combativa como el 23 de enero”, dijo Santana, de 60 años, sin sacar la vista del mural.
Desde el “23 de enero”, grupos de militantes chavistas que resguardan la seguridad en barrios bravos -conocidos como colectivos- salieron a las calles en abril del 2002 tras un breve golpe de Estado contra Chávez demandando la restitución del presidente.
“Estoy seguro que él está aquí mientras yo estoy pintando”, dijo Santana flanqueado por dos miembros del colectivo “La Piedrita” vestidos con botas de combate y pantalones verde militar.
Como Chávez, ninguno
A unas cuadras de distancia, algunos descansan junto a un peculiar mural de la “Ultima Cena” con un Cristo rodeado de Marx, Chávez, el cubano Fidel Castro y el argentino Ernesto “Che” Guevara, héroe de la revolución cubana.
“Para nosotros Chávez y el ‘Che’ son lo mismo. Y Maduro ahora”, dijo Alejandro Espinosa, de 60 años, acerca del hombre que el propio Chávez designó para sucederlo en el poder.
Maduro, un ex chofer de 50 años, leal hasta la médula a Chávez y que encarna el sueño de la revolución que campea en el país, asumió el viernes las riendas de Venezuela con la consigna de consolidar la cruzada socialista de su mentor, horas después de un multitudinario funeral para despedir al controvertido líder.
En uno de los 57 enormes edificios en bloque que conforman el barrio, la familia Villamizar da el último adiós al presidente entre anécdotas y recuerdos.
El matrimonio lo conoció en una de las tantas veces que acudió a votar a la escuela del barrio, pese a que según ellos el entonces presidente debía sufragar en otro centro electoral.
Juan Villamizar corre a encender el computador para mostrar un vídeo donde el mandatario lo saludó afectuosamente en la elección presidencial del 2006.
Al devoto chavista se le quiebra la voz al recordar cómo en octubre pasado, durante la campaña electoral, la intervención de la presidencia puso fin a un calvario de meses en busca de un médico que lo operara tras fracturarse el cuello.
“El capitán levantó el teléfono y llamó inmediatamente a (el palacio presidencial de) Miraflores y luego vino un coronel. Semana y media después de las elecciones ya estábamos camino a Cuba”, relata Villamizar sentado junto a su esposa Milagros.
Villamizar partió a La Habana días después de darle un último voto a Chávez en los comicios que extendieron su mandato de 14 años hasta el 2019.
A inicios de año, el ex técnico de sistemas de 58 años regresó curado a su departamento en el “23 de enero”, un barrio bautizado así para recordar el golpe de Estado de 1958 en el que fue derrocado el dictador Marcos Pérez Jiménez.
Ahora la familia apoyará a Maduro en las inminentes elecciones nacionales, como pidió Chávez en su última aparición televisiva. Pero aseguran que, como Chávez, no hubo ni habrá nadie.
“Ver a Chávez era como ver una película de aventura. Uno estaba todo el día viéndolo, y no porque uno sea un autómata, sino porque había un imán”, dijo Villamizar en su sala, adornada con fotos del hombre que sacudió la vida de Venezuela durante casi tres lustros y retratos de su propia familia.
(Reporte de Patricia Vélez y Terry Wade, reporte adicional de Girish Gupta. Editado por Pablo Garibian y Damian Wroclavsky)