La extrema izquierda propaga la idea de que la sanidad en la isla comunista es de las mejores del mundo, pero la realidad la desmiente, reseña ABC de España.
Cuenta el castrismo que el sistema sanitario que ha implantado en Cuba es de los mejores del planeta. La extrema izquierda española y del resto del mundo también propaga esta idea, pero la realidad los desmiente. En la isla conviven dos sistemas de salud muy diferentes: el que atiende a las élites del Partido Comunista y a los turistas que pagan en dólares, y el que «cura» a los cubanos.
El régimen de los hermanos Castro afirma que los ciudadanos a los que gobierna viven más que sus vecinos estadounidenses, ¿pero quién puede contrastar in situ los datos que ofrece el Gobierno cubano? Nadie, ni particular ni organización internacional independiente alguna. Tampoco Margaret Chan, directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en una visita a la isla en 2009 afirmó que «Cuba tiene la visión y la dirección correcta, la salud es una política de Estado y está considerada como un derecho de los ciudadanos». No es probable que el régimen le mostrase la cruda realidad de la atención que reciben la mayoría de los cubanos.
Pese a las alabanzas que reciben las medidas de prevención y la asistencia primaria cubanas, lo cierto es que en la isla hacen falta medicamentos, equipos y recursos de todo tipo para el mantenimiento de las instalaciones de su red de hospitales. Evidentemente, tal y como denuncia el castrismo, el bloqueo estadounidense no ha facilitado la puesta a punto de la sanidad en el país caribeño, pero entonces sólo cabe concluir que, sea de quien sea la culpa, su Sistema Nacional de Salud no es de los mejores del mundo.
Los testimonios en WikiLeaks
Los papeles que filtró WikiLeaks, la organización capitaneada por Julian Assange, desmienten el mito de que la sanidad cubana sea de las mejores del mundo. Un cable de 2008 de la Oficina de Intereses estadounidense en La Habana cuenta que la élite del Partido Comunista sale a veces de la isla para recibir una mejor atención médica, que los enfermos de SIDA tenían estas iniciales estampadas en sus documentos de identidad y que muchos pacientes se infectan de hepatitis C durante las transfusiones de sangre que se realizan en los centros de la isla.
«Todo depende de a quién conozcas. Yo tengo amigos entre los médicos, pero si no tuviera enchufes, y la mayoría de los cubanos no los tienen, mi situación sería horrible», denuncia uno de los testimonios que recoge el cable. «Si quieres tener luz en la habitación, debes llevar tus propias bombillas», asegura en el comunicado la doctora de la legación norteamericana, que visitó el hospital Salvador Allende. Las estancias del centro carecían de aire acondicionado o ventiladores y presentaban cables pelados. Y en la mayoría, habían robado los interruptores.
No sobran médicos
Los facultativos no dan abasto. Cada médico de cabecera atiende a unas 300 o 400 familias, pero eso le da igual al régimen. «Alguien podría pensar que estamos en bancarrota. Pues no, estamos mejorando, porque nuestro capital humano es mucho más valioso que el financiero», afirmó ufano Fidel Castro en 2006. Está tan contento el régimen comunista con sus médicos que incluso los pasea por medio mundo. En estos momentos trabajan en Venezuela más de 30.000 enviados desde la isla en el marco de los convenios bilaterales de cooperación acordados entre ambos países pertenecientes a la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). El chavismo da petróleo, y el castrismo médicos. Cuando en Cuba no sobran.
Las denuncias contra el sistema sanitario cubano son también abundantes en internet. La popular web Youtube aloja un buen número de vídeos que demuestran que la atención médica en la isla no es como los hermanos Castro afirman. Uno de los más visitados recoge -a ritmo de Guantanamera- el testimonio de una mujer cubana que explica lo que hace falta para ingresar en un hospital del «paraíso comunista» caribeño. «Tienes que llevar la sábana, la toalla, la funda, el jabón y un cubo para bañarte y muchas veces… no hay agua».