Una mala experiencia ante un plato cotidiano, una mala presentación o un olor extraño pueden condenar de por vida a ciertos alimentos. La razón es un primitivo mecanismo cerebral.
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El especialista en psicología David Solot asegura que el rechazo a determinadas comidas es comúnmente inexplicable. En un momento dado, un alimento o platillo puede ser el favorito de una persona, pero por diferentes factores esto puede cambiar hasta llegar a detestarlo.
Sucede que el cerebro activa un mecanismo de protección contra el envenenamiento. Esa alarma se encendería desde épocas primitivas en las que los humanos no estaban seguros de lo que se podía consumir, informó la web Eatocracy.
Por eso, si un comensal tuvo una mala experiencia con una determinada comida, la próxima vez que intente ingerirla su cerebro decidirá que “más vale prevenir que curar” y creará una respuesta condicionada para que su organismo la rechace.
Solot puso como ejemplo el caso de un hombre que todas las mañanas toma una taza de café con crema. Un día cualquiera decide probar la gastronomía hindú. En la noche siente un malestar estomacal, esta situación es captada rápidamente y se activa un rechazo hacia ese último tipo de ingesta, a pesar de no ser necesariamente la causa real del problema.
Otra causa común que lleva al rechazo de ciertos alimentos son el aspecto y el sabor. Los especialistas señalan que la primera impresión es la que cuenta: si vemos un plato mal presentado, de mal aspecto, olor y sabor, será muy difícil que nuestro cerebro vuelva a aceptarlo nuevamente.
El especialista recomienda hacer un autoexamen y preguntarse: “¿Por qué odio una determinada comida?”. Después de eso, el paso siguiente es introducir, poco a poco, dicho plato a la dieta diaria, hasta que el organismo deje de considerarlo perjudicial para su salud.