La palabra “sobrevenido” está de moda en nuestro país desde la alocución del presidente Chávez el 8 de diciembre cuando expresó que en caso de que ocurrieran hechos sobrevenidos, él invitaba a votar por Nicolás Maduro para que ocupara su lugar en la presidencia de la república. Desde ese día comenzó una larga historia de informaciones encontradas sobre el verdadero estado de salud del presidente que se mantienen hasta el día de hoy, elementos tan normales como informarnos sobre qué tipo de cáncer padeció o cuál fue la causa final de la muerte no han sido debidamente aclarados, manteniendo al país y al mundo en una desinformación premeditada. Las contradicciones en que ha incurrido el presidente encargado candidato a lo largo de 100 días han sido tan grandes que una parte importante del país lo ha definido como el “candidato de la mentira”.
Maduro se atrevió a decir, sin el menor ápice de vergüenza, que la devaluación aplicada en carnavales fue ordenada por el presidente Chávez, que no se iba a liberar ni a dar medidas humanitarias a Simonovis o a los exiliados políticos porque el presidente lo ordenaba, que la reducción del gasto público la ordenaba el presidente y casi llega a expresar que la voluntad del presidente era ser embalsamado y llevado al panteón nacional, cuando todo el mundo escuchó las críticas de Chávez a los cadáveres insepultos y su voluntad de ser enterrado en Sabaneta, junto a los restos de su abuela. La manipulación y las ansias de poder de Maduro y sus mentores caribeños son tan grandes que utilizaron los funerales del presidente y pretenden endiosarlo, cometiendo blasfemia, en lugar de cumplir con los deseos de un ser que murió con un Cristo en la mano y permitirle descansar en paz con la debida cristiana sepultura.
Hasta ahora las actitudes de Maduro han sido profundamente bipolares. Dice ser un hombre de izquierda, pero critica e intenta segregar a las minorías, muy al estilo de lo que hacen los Castro. Se define como el mayor seguidor de Chávez del planeta pero la primera única oferta electoral que ha realizado es “ahora sí vamos a resolver el problema de la inseguridad”, es decir, realiza una crítica velada al gobierno anterior, del cual él también formó parte. Intenta hilvanar encendidos discursos contra el capitalismo y el neo liberalismo y recurre a la devaluación y al método de la subasta, como mecanismo de asignación de divisas. Y como estos ejemplos pudieran llenarse cuartillas, pero las limitaciones de espacio del artículo me lo impiden.
En 100 días de gobierno Maduro ha llevado al país al borde de una gigantesca contracción económica inexplicable a la luz de la bonanza petrolera. Lo anterior me lleva a plantearme la siguiente pregunta: podrá Maduro imponer su manipulación y engaño al pueblo y ser presidente? La respuesta, muy al estilo de los economistas, es que depende. Estoy en desacuerdo con aquellos que opinan que es imposible que Capriles derrote a Maduro o que lo mejor para el país es que Nicolás resulte electo para que cargue con las consecuencias de la enorme crisis económica y social que se avecina. Creo que Capriles puede ganar y expondré brevemente mis argumentos.
En primer lugar, Maduro, por su condición de candidato de Raúl y de Fidel Castro, y por haber estado en contra de la intentona del 4F tiene mucha resistencia en las fuerzas armadas. El uso y abuso que ha hecho de la imagen del presidente y su intención de colocar a Jaua como vicepresidente debe generarle también resistencia en la familia presidencial. Basta recordar las palabras de Adán Chávez en el acto del museo militar cuando dijo “Hugo me dijo que si faltaba uno de los dos, el otro tomaba el morral del caído y continuaba la lucha”, es decir, el hermano mayor en esas palabras lo que quiso decir es que a él le correspondía ser el conductor. Lo mismo deben pensar los militares del 4F, Arias, Castro Soteldo, Reyes Reyes o Diosdado Cabello. Es poco probable que en el corto plazo se observen fisuras evidentes, pero puede darse una especie de operación morrocoy electoral que desmovilice las bases del PSUV, movido por un sentimiento nacionalista, y anticomunista. Ello puede explicar las declaraciones de Maduro cuando indica que abstenerse es una traición.
En segundo lugar, el gobierno no esperaba la reacción enérgica y contundente de Capriles, cuyo discurso coincide con un sector del PSUV que rechaza la grosera injerencia cubana, que no está de acuerdo con la regaladera de nuestro petróleo y sospecha sobre el tratamiento médico e inclusive las razones del fallecimiento del presidente. Además la alianza comunicacional con Henri Falcón le ha dado un componente social y reivindicativo a la candidatura. Cada vez que Henri habla a través de los medios o en asambleas es menos creíble el discurso de ricos contra pobres o del imperialismo contra el pueblo. Es paradójico, pero en esta contienda Maduro parece ser el candidato de la derecha y no el que representa a los más desposeídos, como tanto quieren vender a través de las múltiples horas de cadena que van hasta ahora.
En tercer lugar, debemos mencionar el ambiente recesivo en que se efectuará la elección. Por más rápido que ellos hayan convocado la elección, el país ya está sintiendo el efecto de los 100 días del gobierno de Maduro. En este punto el debate sobre la responsabilidad del aumento de los precios y la escasez será clave, el gobierno intentará escurrir su responsabilidad diciendo que son los especuladores y los empresarios. La oposición debe explicar con claridad que el único responsable es Maduro y el modelo inviable heredado.
Por último, Capriles y el Comando Simón Bolívar tienen que lograr activar a los casi 6.8 millones de venezolanos que votaron el 7 de octubre y ponerlos a trabajar para buscar votos y defender democráticamente el triunfo. El dilema del electorado el 14A será entre la manipulación y el chantaje social promovido por el modelo cubano o la ética y el discurso nacionalista y modernizador de Capriles. La tarea no es sencilla, pero a medida en que el luto de paso a la cotidianidad, la mayoría de los venezolanos terminará votando por quien pueda resolver eficiente sus problemas y no por el candidato que sólo habla de su jefe pero le niega al mismo su derecho a descansar en paz.
Carlos Valero
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