Vale la pena recordar en momentos que la República se diluye en montoneras milicianas y en un Estado embriagado de envalentonados urogallos, el discurso del Dr. Jorge Olavarría, en ocasión de la celebración del 05-07-1999. Más que una alocución, fue un tratado político e histórico profético, de lo que no creíamos que sucedía… pero nos tocó vivir.
“Esta solemne celebración, la última del siglo, coincide con una hora menguada de la patria. Es una hora triste, tensa y bochornosa. Preñada de peligros y de amenazas para los que queremos vivir en libertad y democracia, bajo el imperio de la ley”. Así arrancó Olavarría con Chávez -en el hemiciclo- recién elegido Presidente de la República. Olavarría -quien apoyó su candidatura- marcó distancia de su gobierno por considerarlo, “un demagogo dotado del talento de despertar odios y atizar atavismos de violencias, con un discurso embriagador de corruptelas presentes y heroicidades pasadas… “. El conductor de historia viva, no vaciló en anticipar que Venezuela se quedaría en lo peor del siglo XX, y regresaría a lo peor del siglo XIX. ¿A qué se refería?
Con implacable dominio de referencias históricas y caratulares, Olavarría nos recuerda el sueño de Bolívar, quien “desde el inicio de su carrera militar, centró su preocupación en la disciplina del ejército y su acatamiento a la autoridad civil y constitucional. Y cita la lógica de Bolívar de 1813: “No hay Estado beligerante sin tropas, y no hay tropas sin disciplina” Disciplina que no era otro ideal que la sumisión del Ejército al poder civil, y su razón de ser como brazo armado de una República constitucional. En el Congreso de Angostura en 1819, Bolívar presentó un proyecto de Constitución, que atribuía al Senado la facultad de aprobar ascensos militares. Nace entonces la Doctrina Militar del Estado Democrático, según la cual “No hay Estado sin fuerza armada. No hay fuerza armada sin disciplina y no hay disciplina sin ley.” Pero no hay ley si el jefe de esa fuerza disciplinada y obediente, no la respeta y la hace respetar… por lo que tampoco habrá Estado.
La CN de 1830 repitió el carácter no deliberante de las FFAA. La C-Federal de 1864 lo omitió, por lo que fue una de las causas que llevaron al enguerrillamiento crónico. Las constituciones del 47 y 61, también establecieron el carácter apolítico, profesional, obediente y no deliberante del cuerpo armado. Es entonces a partir de la reafirmación histórica de procedimientos institucionalizados de ascenso militar, que alejen la discrecionalidad de la calificación de los méritos, como Venezuela pudo vivir una transición democrática con López Contreras en 1935, Medina en el 48 o Betancourt en 1958. Pero fue con la reforma constitucional de 1999 cuando volvemos a un carácter político y deliberante de las FFAA, que nos ha conducido “a lo peor del siglo XX y a lo peor del siglo XIX”.
Olavarría termino diciendo: “Mañana, mis hijos y mis nietos no me podrán reclamar no haber dicho lo que debía decir cuando debí decirlo. Lo dije. Yo cumplí. Ahora les toca a ustedes”.