Venezuela es un territorio ocupado por Cuba. Duele decirlo, pero Fidel Castro está a punto de vencernos.
Ya no podemos hablar de intervención cubana, con Nicolás Maduro estamos ante un régimen cubano instaurado en Venezuela, aceptado por un corrupto Tribunal Supremo de Justicia y posiblemente legitimado por el perverso Consejo Nacional Electoral. Si no hacemos algo y nos organizamos seremos pronto súbditos de Cuba.
Nunca imaginé que en nuestro tiempo fuera posible un apocamiento nacionalista de este tipo, pero ya es indiscutible y si queremos sobreponernos a esta calamidad debemos comenzar por asumirla, a pesar del abatimiento y vergüenza que nos causa.
Son muchos los hechos que corroboran esta catástrofe histórica, nuestra claudicación y nuestra humillación como sociedad. Enumerarlos sería inútil, correríamos el riesgo de extraviarnos en discusiones que a estas alturas ya no tienen importancia. Lo fundamental en este momento son las causas que producen nuestra rendición. A mi juicio, la más importante de ellas fue la entrega que hizo Chávez de nuestras fuerzas armadas al poder cubano. Algo intolerable.
Desde 1830 en Venezuela, situación vergonzosa y terrible, las balas de los militares venezolanos sólo han sido usadas para asesinar a venezolanos. Nuestras fuerzas armadas sólo han combatido y abatido paradójicamente a sus compatriotas. Con sus golpes de estado y ejecuciones políticas, Chávez siguió esa tradición asesina.
En los últimos 180 años sólo en dos ocasiones nuestras fuerzas militares se vieron obligadas a combatir contra fuerzas invasoras extranjeras. La primera: contra Fidel Castro y su invasión a Machurucuto en los sesentas; la segunda: contra las fuerzas terroristas de las FARC.
En ambos casos, nuestras fuerzas armadas salieron victoriosas, aplastaron con rigor las pretensiones comunistas por apoderarse de nuestro territorio, gobierno y riquezas, y erradicaron el flagelo de la ocupación.
Mucha sangre heroica de venezolanos se derramó para impedir que la invasión militar cubana triunfara o para soportar las incursiones terroristas de las FARC (sus secuestros y tráfico de drogas). Años más tarde, un calamitoso traidor llamado Hugo Chávez Frías, envenenado por delirios comunistas y fungiendo de sátrapa tropical entregó-humillándolas- a nuestras fuerzas armadas a estas dos fuerzas extranjeras y de ese modo entregó al país. Nos lanzó al abismo de la humillación.
Obviamente, fue la ansiedad por conservar el poder lo que obligó a Chávez a negociar con nuestros enemigos y entregarnos a ellos. Fidel Castro, el tirano más longevo y perpetuo del mundo actual, sólo tuvo que asesorarle para que mantuviera su poder, y, como retribución, Chávez se rindió a él.
Hemos sido víctimas de la invasión perfecta. Por un lado los cubanos que rigen el gobierno a la sombra (bueno, ni tan a la sombra); por otro, los terroristas y narcotraficantes de las FARC que han entrenado a los colectivos (guerrillas urbanas venezolanas) autoproclamados “castro-comunistas”, para aterrorizar y aplastar a la sociedad civil venezolana con un estado de inseguridad y criminalidad sin precedentes.
Doble vejación a las fuerzas armadas que lucen confundidas e indefensas. La verdad, están igual que la oposición política que no tienen idea de cómo reaccionar. No dudo de la reserva moral de la institución militar, pero los entiendo: ¿cómo actuar cuando los peores traidores de la patria son el usurpador “Comandante en Jefe” y su jala bola Ministro de la Defensa? Es difícil, muy difícil.
Para los cubanos la ocupación está siendo muy sencilla, ni siquiera tienen la necesidad de gobernar o mantener el orden para regirnos. Eso se lo dejan a sus peleles venezolanos para que den la cara y sean los depositarios únicos de todas las críticas. Lo que verdaderamente les importa a los Castro ya está resuelto: conservar el poder en la isla; disponer de nuestras riquezas, petróleo, oro y reservas monetarias; orientar a su antojo nuestra diplomacia y servicio de extranjería; llevar un registro exacto de cuantos venezolanos somos y cómo pensamos (para impedir alzamientos); pero especialmente controlar nuestras fuerzas armadas. Todo esto lo han logrado con increíble facilidad y probablemente para las elecciones del 14 de abril quedará legitimado.
Inaudito, increíble, sobran los adjetivos para calificar nuestra indefensión y debacle. Creo que en este punto sólo la fuerza de la juventud, la movilización social nacional y la resistencia nos podrán salvar.
Ante la muerte de Chávez, la autocracia cubana explorará nuevas formas para mantenerse en el poder. Nicolás Maduro, ese experimento psiquiátrico, quien fue adoctrinado oportunamente incluso antes de la aparición del sátrapa en el escenario político venezolano, es el perfecto imbécil para lograrlo. La irresponsabilidad y displicencia con la que los venezolanos hemos arrostrado este hecho de usurpación y de vasallaje de Maduro a Cuba puede ser suicida.
No soy pendejo, no soy otro de los ingenuos capaces de pensar que con unas elecciones viciadas de principio a fin lograremos salir del régimen de ocupación de los Castro. Sería una burla creer algo semejante. Para ganar hay que estar dispuesto a movilizar, protestar, dar la vida en la defensa del voto.
No sólo el día de las elecciones, desde ya, no tolerando la flagrante corrupción del CNE. Se ha hecho de manera muy tímida ante tanta arbitrariedad y fraude. Sólo los estudiantes han protestado con furor para reivindicar el voto transparente y efectivo como principios de la democracia. ¿Es esta tarea exclusiva de los estudiantes? ¿Los dejaremos solos?
No deseo defraudar las esperanzas de nadie. En Venezuela las elecciones son un acto de fe y la fe mueve montañas, incluso podría hacer milagros. Sólo un milagro lograría que la tiranía cubana nos devuelva el gobierno de nuestro país. Sin embargo, al margen de los milagros, hay que señalar que el hecho electoral es un evento movilizador que podría dar inicio a una reivindicación nacional. Sería difícil, pero posible. No estoy seguro que estemos preparados para lograrlo, pero sí estoy convencido de que las condiciones están dadas. Al menos, podría ser la llama que encienda y revitalice la conciencia nacionalista del venezolano, tan perdida, tan humillada.
Como señaló Pérez Arcay: “muerto Chávez en La Habana”, Castro impuso a Maduro, un imbécil sin carisma que por mantenerse en el poder no sólo completará la trágica entrega de nuestro país, sino que nos llevará a una zozobra infeliz donde los colectivos “castro-comunistas” impondrán su control criminal e instaurarán su narcoestado.
¿Qué hacer? ¿Sólo votar? La verdad pienso que el dilema de la ocupación cubana es mucho más complejo. A lo mejor estoy equivocado, ojalá lo esté, no lo creo…
@tovarr