Observado desde la carretera que conduce al famoso valle de los Reyes, en Luxor, el tercer coloso de Memnon recuerda la imagen fantasmal del jinete sin cabeza que Washington Irving recreó en su no menos afamado “Sleepy Hollow”.
Una figura vívida en reposo, con la testa amputada a los pies a la espera que un alma buena se apiade de su desgracia y le ayude a recuperar su majestuosa figura.
Levantada en abril de 2012, tras más de tres mil años sepultada bajo agua y arena, la tercera estatua colosal que presidía la entrada norte del templo funerario de Amenofis III luce ya casi completa gracias a los cuidados de Miguel Ángel López Marcos, el restaurador español que ideó el complejo mecanismo para poner en pie sus trescientas toneladas.
Dos meses y medio más de arduo trabajo, supervisados por la arqueóloga armenia Hourig Sourouzian, le han permitido este año recuperar la pierna derecha, un brazo, una mano y parte del busto, completando así el cuerpo de la más pequeña de las tres estatuas colosales que se conservan del padre del celebre Ajenatón.
“La cabeza está lista, restaurada y preparada para ponerla. Pesa unas 19 toneladas y esperamos poder colocarla el próximo invierno”, explica a Efe López Marcos al regreso de una campaña que califica de espléndida pese a los problemas políticos y económicos que ahora asfixian al pueblo egipcio.
Considerado uno de los mejores restauradores de España, el soriano aceptó en 2004 el desafío de recuperar el tercer coloso de Memnon, después de que varios ingenieros internacionales de prestigio desecharan la posibilidad de erguirlo.
Su receta, un sistema de cojines de aire comprimido con el que sacar las piedras de la falla donde habían quedado enterradas tras el terremoto que asueló la región 1.200 años antes de Cristo, y un sistema de poleas similar al que emplearon los creadores de la obra hace tres milenios, tiradas por cerca de 300 obreros egipcios.
“Las piezas de 5, 14 y 19 toneladas de peso completan el perfil derecho de la estatua de cerca de 300 toneladas ahora”, explica el español, que ha contado con la colaboración del alemán Christian Perzlmeier y el egipcio Mohamed Alí el Gasab.
“El coloso norte del segundo pilono es de menor tamaño que los colosos de Memnon, pero constituye ya un referente en el arte escultórico de la época, debido al excelente estado de conservación que presenta. La iconografía es idéntica a los del primer pilono”, agrega.
Curtido por los casi tres meses de esfuerzo bajo el inclemente sol de Egipto, López Marcos, que dirige otros proyectos de reconstrucción como el del castro de Baroña, en Galicia, explica que la mayor dificultad consistió en como encajar este puzzle ciclópeo sin riesgo de que vuelva a desplomarse.
“Lo más difícil de la campaña ha sido colocar las piezas porque el brazo había que pegarlo en lateral y quedaban las 5 toneladas fuera del cuerpo”, señala.
“Ese brazo, que iba a quedar fuera del cuerpo, debía soportar las casi 20 toneladas del busto, aparte de aguantar las 19 de la cabeza el año que viene. Tuve que hacer un soporte especial de resina epoxi y acero para sujetar las casi 40 toneladas extra de la estatua”, agrega.
La figura, igual de majestuosa que sus famosas gemelas, a pesar de su menor tamaño, se yergue ahora en el espacio en el que se colocó originariamente, en la entrada del segundo pilono de un templo que se excava desde hace más de una década y que ha dado diversos quebraderos de cabeza y muchas alegrías al equipo que dirigen Sourouzian y Rainer Stadelmann por su especial constitución.
Diseñado como una gigantesca letra L que se asoma al Nilo y gira hacia el norte hacia el valle de los reyes, el templo tenía dos entradas flanquedas por cuatro estatuas colosales: las dos del este quedaron de pie tras el sismo, y presiden la entrada al paraíso arqueológico de Egipto desde hace décadas.
Sus compañeras, de menor tamaño, quedaron anegadas por la arena, aunque sobrevivieron en las crónicas y ya hablaban de ellas mitos de la egiptología francesa como Cahampollion, en 1928, y Wilkinson, en 1835.
Otros, como Borchardt en 1833, y Habachi, en 1981, las describían como dos grandes estatuas de 13 metros de altura esculpidas y decoradas en cuarcita.
Todas ellas representan al faraón Amenhotep III (Amenofis en los textos griegos) de pie, tocado con una corona blanca y vestido con un faldellín plisado adorado con un gran cinturón.
Junto a ellas, cada año salen a la luz decenas de estatuas de la diosa leona Sejmet, que adornaban cada rincón del kilométrico complejo funerario.
“La próxima campaña se culminará la restauración y montaje del coloso norte…y se acometerá la reconstrucción del coloso sur, el cuarto de los colosos de Memnon”, que al igual que su compañero de pilono ha sido hallado en el barro.
Para ello, hacen falta unas vigas especiales de más de 12 metros de longitud con que construir un andamio especial. Este año no disponíamos de esas maderas”, apostilla.
Y es que una de las consecuencias más negativas de la revuelta que en 2011 derrocó el régimen dictatorial de Hosni Mubarak se refleja en la crisis que sufre el país, y en particular una de sus principales fuentes de riqueza: la egiptología.
“Los trescientos obreros que esperan nuestra vuelta al año que viene para poder ser contratados de nuevo tendrán que aguantar los nueve meses restantes sin ingresos de ningún tipo vuelven a la huerta y a la economía de subsistencia”, apostilla. EFE