Vivimos en una sociedad donde nuestra imagen y nuestra estética acaban definiendo nuestra personalidad. Sin pararnos a pensar que la belleza es un concepto relativo, estamos sujetas a los cánones estéticos que dicta la publidad y la moda y así, acabamos convertidas en figurines cortados por el mismo patrón.
Los intentos de promover un modelo de belleza más sano no tienen mucho éxito, por lo que cada vez más gente depende de su imagen para triunfar, para conseguir un empleo o para gustarse a si misma. Esto lleva a obsesiones y trastornos alimentarios tales como la anorexia, pero también a desequilibrios emocionales que pueden convertirse en una fobia, como el Síndrome del espejo.
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