Los hechos son los siguientes: Capriles ganó por una ventaja de más de dos millones de votos. (2.000.000) El PSUV y Maduro movieron sus peones del CNE para imponer una ventaja pírrica de la que puede demostrarse su inconsistencia con una enorme facilidad.
La cúpula militar madurista, enfeudada a los mandos cubanos, declara su conformidad a los minutos del veredicto del CNE, para proclamar que el fraude lo hace suyo y dispone disciplinarse militarmente a ese gobierno espurio e ilegitimo.
Capriles exigiendo el reconteo, rodeado siempre con su equipo de campaña electoral, en lugar de reclamar abierta y taxativamente la Presidencia, opta por exigir, muy prudentemente, el reconteo de los votos con auditorías al 100%.
El éxito de las movilizaciones en cada estado es impresionante, igual los cacerolazos, aunque el gobierno genera violencia y varias muertes, muchos heridos y centenares de detenciones.
Capriles pasa, de ser candidato triunfante aunque estafado, a convertirse también en el líder de la causa de la expulsión del gobierno espurio de Maduro, a partir de esta fase de exigencia del reconteo voto a voto.
Pero también comienza a cuestionarse muy tempranamente la conducción de Capriles, cuándo el decide la suspensión de la gran marcha de Caracas, ante la amenaza del gobiernito acorralado que quiere hacerlo responsable del clima de generalización de la violencia en todo el país, acusándole de marchar hacia El Silencio con el mismo objetivo de querer deponer el gobierno, como ocurrió el 11 de abril de 2002.
Es lógico que el presidente electo Capriles haya escogido movilizar parcial y gradualmente a su mayoría ciudadana, al fin y al cabo queda establecido el carácter fraudulento del gobierno de Maduro mientras este no admita el reconteo del 100%, aunque, y para decirlo sin ambages, esto NO PUEDE ACEPTARLO EL REGIMEN, porque sencillamente seria descubierto TODO el sistema electoral fraudulento, del que hasta el propio rector del CNE Vicente Díaz es un hincha fanático, igual que “nuestros” contemporizadores de oficio de alta presencia mediática que dan por hecho que Maduro es el Presidente.
Escribo esta columna en medio del desconcierto por la suspensión de la gran marcha de Caracas que debía conservar la confianza en el liderazgo de Capriles, para imponer la transparencia electoral, pero debo manifestar que una vez superada la polarización del evento electoral, para convertirse en una dualidad de poder en la práctica, si Capriles no mantiene las expectativas y atenúa movilización, pierde aceleradamente terreno ante el afianzamiento del gobiernito Maduro.
Muchos de nosotros podemos acompañar la decisión política de moderar la marcha hacia el choque de trenes, que ya el gobierno estimaba irremediable para el miércoles 17 de abril, pero es un hecho que son demasiados los que esperan ansiosos cual es el próximo paso que ponga en evidencia que el candidato Capriles no se quedará en el aparato, como se nota entre varios portavoces de su entorno y operadores de varios grados de prudencia, donde uno no sabe cuándo termina la prudencia y donde comienza el papel de bomberos al servicio del gobierno.
Si esta situación no es desempatada por Capriles contra el gobierno, que amenaza torpemente con represalias de todo tipo, lo único previsible es la profundización de la crisis política, que pasaría a convertirse en vacío de poder y en confrontaciones de desgaste para ambos bandos, y solo se profundizaría más aun la polarización, ante la inviabilidad del diálogo, donde alguien tendría que capitular, porque lo único que hay que discutir es: quien es Presidente, aunque el gobierno tendría el chance de perder el poder sin deshonra, con unas nuevas elecciones, bajo un nuevo sistema electoral transparente en todos los aspectos, pero esto es un sueño, porque discutir con los Castro no contempla este tipo de opciones.
Lo único que puede considerarse probable es que Capriles será presidente cuando se den unas elecciones verdaderamente libres, impuestas por un nuevo régimen político surgido de la caída de este y donde, con los cubanos fuera de juego, las FFAA Nacionales tendrían un rol predominante en esa transición.