Desde el mes de enero, el pueblo venezolano ha asestado tres grandes derrotas al gobierno nacional bajo la conducción de Nicolás Maduro.
El primero correspondió a la presión ciudadana que sirvió para ganar la batalla entre la mentira y la verdad, imponiéndose está última a pesar de la persistencia oficial en negar la condición de un célebre enfermo.
La batalla de la gente se constituyó en el mecanismo que permitió saber con total certeza el grave estado de salud del presidente Hugo Chávez, ocultado deliberadamente por parte de los personeros del gobierno a fin de ganar tiempo para posicionar la imagen de Presidente de aquel quien legalmente era solo vicepresidente designado y nada más.
En esa presión social que se proyectó desde adentro del país y desde afuera, los estudiantes universitarios tuvieron un rol destacadísimo porque se encadenaron y se mantuvieron en las calles pidiendo claridad y nunca se dejaron intimidar, a pesar de las agresiones físicas y verbales.
Al final, los voceros que daban partes del “buen estado de salud del Comandante”, tuvieron que admitir la gravedad del primer mandatario que desembocó en su deceso. No obstante quedó claro para la historia que en ese periodo de “partes médicos” nunca Chávez habló, de allí la sospecha de que siempre hubo ocultamiento de la verdad y manipulación.
El segundo capítulo correspondió al 14 de abril, fecha de las elecciones presidenciales cuya campaña fueron apenas 20 días. Cuando el gobierno nacional daba por descontado que las fuerzas democráticas de la oposición sucumbirían ante un candidato anunciado por Chávez y caerían nuevamente en un estado de postración, se elevó con una fuerza extraordinaria la candidatura de Henrique Capriles Radonsky cuyo lema inicial fue “no los defraudaré”, como en efecto lo hizo.
La suya fue una opción electoral totalmente distinta al proceso electoral presidencial de octubre del 2012 porque Capriles arrancó con una campaña orientada a desnudar al régimen, mediante las reiteradas denuncias de mentiras del gobierno y del desastre nacional causado por Nicolás durante 100 días de gobierno.
Capriles realizó una verdadera hazaña electoral quizás nunca antes vista, inédita, porque recorrió todo el país con un mensaje de paz, armonía, inclusión, propuestas y verdades – verdaderas; mientras Maduro se anclaba en pajaritos y un bailecito que hizo recordar el estilo Bucaram, presidente destituido de Ecuador cuyo gobierno fue un verdadero desastre.
Capriles Radonsky logróo enfrentarse a todo el poder de un Estado: al candidato, al Poder Electoral, al Poder Judicial, al Poder Ciudadano, al Poder Legislativo, a altas autoridades militares, a una descarada estrategia de ventajismo y, también, de intimidación a los medios de comunicación. Además, al uso de la presión sobre el sector laboral de las empresas del Estado, bajo la tesis oficialista de que la presión y la amenaza equivaldrían al aseguramiento de los votos de los empleados públicos, equivocándose totalmente.
Fue: un todos contra uno. Un poder estatal gordo, abusivo y mentiroso versus la verdad, la denuncia y la firmeza del Flaco, quien supo emplear armas institucionales, incluida la canción “Mentira Fresca”, cuya letra lo conminaba a “atacar” políticamente, tal cual hizo con sumo acierto.
El tercer triunfo es la auditoria electoral, negada de antemano por las mujeres del CNE oficialista, por la presidenta del TSJ, hasta por el propio Nicolás pero cuya batalla se ganó a pulso, con constancia, perseverancia y valor, demostrando que la fuerza del pueblo venezolano es indetenible.
Fueron tres sonados triunfos de alta factura. Victorias quizás difíciles de imaginar en otra coyuntura pero demostrativas que la valentía de un pueblo equivale a saborear el triunfo, esta vez bajo la conducción de un gran líder: Capriles. Falta ahora la cuarta batalla a la cual se enfrenta el pueblo: develar el fraude. Ponerlo en evidencia ante los ojos de los venezolanos y del mundo, hecho que cambiará las actuales circunstancias políticas y pondrá al régimen en jaque, en tres y dos, muy próximo al nockout político.
@exequiades