El régimen cuenta como ventaja con la probada vocación democrática, pacifista y, para mi gusto, exageradamente electoralista, de una oposición unida en medio de serias discrepancias, pero firme en defensa de los principios fundamentales. Sabe que aquí no hay golpistas, ni terroristas, ni asalariados de gobiernos u organizaciones extranjeras. Hay compatriotas amantes de la libertad dispuestos a luchar por sus derechos. Pero esta lucha debe ser frenada a como de lugar. Los agentes del castro-comunismo saben que Maduro no podrá mantenerse por las buenas. Como bien dijo Capriles, es un presidente “mientras tanto”.
Empiezan por negar la auditoría integral solicitada por la MUD y el Comando Simón Bolívar, anuncian descaradamente que no hay forma de revertir el fraudulento proceso, de cambiar los resultados anunciados o de repetir las elecciones y giran instrucciones para rechazar la cruda verdad contenida en los expedientes consignados y por consignar, ante el Tribunal Supremo de Justicia para agotar los recursos estrictamente procesales del caso. Sabotean, retrasan y desinforman sobre el tema.
Simultáneamente agreden violentamente a estudiantes, amenazan judicialmente a conocidos dirigentes políticos, acosan y detienen a generales activos y retirados que han opinado pública y privadamente, los activos, en contra del fraude o expresado con claridad profundas reservas con relación a la competencia de Maduro. Los cuerpos de seguridad del estado regresan a las manos temibles de unos cuantos sospechosos nacional e internacionalmente de vinculaciones indeseables.
Todos estamos en libertad condicional. El país un desastre en todos los ámbitos y, Maduro otra vez en La Habana, rindiendo cuentas y recibiendo peticiones.
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