Repugnancia es la sensación generalizada tras saber que en China se ha desmantelado una red que vendía carne de rata como si fuese cordero. Pero tras esta primera impresión, debida sin duda a la imagen de suciedad y enfermedad que acompaña a este roedor, han surgido las dudas sobre las propiedades nutritivas y gastronómicas de este animal, que forma parte de los menús más o menos habituales de países como Tailandia, Vietnam o México, por poner algún ejemplo. Así lo reseña ABC.
En principio, y contemplando la rata como un animal, su carne es igual de nutritiva que la del resto de mamíferos. En cuanto al sabor, se supone que dependerá del paladar de cada uno, siempre y cuando seamos capaces de superar la idea preconcebida que tengamos sobre su procedencia.
Resulta difícil que, a día de hoy y en España podamos considerarlo «un manjar», y además el consumo de ratas puede suponer un grave riesgo, ya que estos animales son portadores de numerosas enfermedades infecciosas y parasitarias.
Las ratas son consideradas responsables de la Peste Negra durante la Edad Media y son conocidas por transmitir más de 70 enfermedades, desde la transmisión de la Peste Bubónica hasta al Tifus y el Hantavirus. Una infestación de ratas puede provocar efectos negativos para la salud humana, aunque en la mayoría de estos casos nos estamos refiriendo a contagios debido al contacto directo con los animales a través de mordeduras o sus heces.
A la hora de consumir su carne, habría que tener las mismas precauciones que si vamos a ingerir carne procedente de cualquier otro animal. Por ejemplo, ¿nos atreveríamos a comer un filete de una ternera que hubiese estado viviendo en un vertedero o alcantarilla?. En el dudoso caso de que la respuesta fuese positiva, seguramente la lista de las enfermedades que esta ingesta nos pudiera transmitir seguramente nos haría replantearnos su inclusión en nuestro menú.
Un manjar en Tailandia
Pero el consumo de carne de rata tiene también su componente cultural y social. Por ejemplo, en Tailandia, esta carne es considerada todo un manjar y su demanda ha provocado que su precio se haya elevado enormemente. Un kilo puede llegar a costar unos seis euros, más que la misma cantidad de pollo o de cerdo.
En plena calle, la presencia de numerosos puestos de comida ofreciendo carne de rata demuestra que no es algo anecdótico, tal y como vemos en esta fotografía que nos ha facilitado Fernando Fernández Baliña, en la que, además de las ratas, podemos apreciar otro tipo de manjares típicos tailandeses.
Otro ejemplo es Vietnam, donde cada año se venden unas 3.600 toneladas de ratas en el sur del país. Estos roedores también se ofrecen a los transeúntes en puestos callejeros. El precio del kilo de carne de rata ronda los 60.000 dongs vietnamitas (unos dos euros), mucho más barato que el pollo o el cerdo, y suelen cazarse en los campos de arroz.
Según parece, la parte más sabrosa son las patas, que se pueden macerar con ajo, lemongrass, y la tradicional salsa de pescado vietnamita. Luego se fríen y listas. También se pueden preparar con curry o arroz.
En algunos lugares se le atribuyen propiedades medicinales
Es algo que no solo sucede en la cultura oriental. En el estado mexicano de Zacatecas la pobreza, la sequía y las duras condiciones climáticas han convertido a la rata de campo en uno de los alimentos habituales en su dieta. Incluso le atribuyen ciertas propiedades medicinales contra el cansancio o si uno va a ser sometido a una operación quirúrgica. De todas formas, su venta en los mercados no está regulada.
Si echamos mano a la hemeroteca, nos podemos dar cuenta de que no se trata de un fenómeno reciente. Así, en el año 2008, la agencia Reuters nos contaba que «el precio de la carne de rata se ha cuadruplicado en Camboya, ya que la inflación ha dejado otros tipos de carne fuera del alcance de los pobres, indicaron las autoridades».
La información explicaba que los platos de rata «con especias y ajo se han vuelto especialmente populares en un momento en el que la ternera cuesta 20.000 rieles el kilo». Se calculaba en esa fecha que Camboya suministraba al país vecino más de una tonelada de ratas vivas al día.
Durante ese mismo año la agencia EFE informaba que un estado del este de India «está animando a la gente a que coma ratas en un esfuerzo por combatir la subida de los precios de los alimentos y ahorrar las existencias de grano».
Las autoridades de Bihar, uno de los estados más pobres de India, pedían tanto a ricos como a pobres que empiecen a comer ratas para reducir la dependencia del arroz. Aseguraban que «comer ratas servirá para dos propósitos: impedirá que las ratas se coman los granos y simultáneamente elevará nuestras reservas de grano». Eran las palabras de Vijay Prakash, en aquel entonces responsable del departamento de asistencia pública del estado de Bihar.
En este estado la rata es comida por los «mushars», un grupo de la casta inferior de los hindúes, así como una de las secciones más pobres de la sociedad.