Aquí reparó en los dos conceptos: eficiencia que es hacer uso de los recursos con la debida prudencia (gastar lo necesario y emplear el recurso humano exactamente requerido para solucionar esas tareas; hacer un uso prudente de los recursos, sea dinero o tiempo) y eficacia que significa básicamente alcanzar los objetivos planteados.
Van 202 años desde que nacimos como república. Y un sin fin de movimientos políticos llamados revoluciones por ellos mismos. ¿Han sido eficaces y eficientes en sus resultados? Debo decir que no. Y la primera razón es la falta de institucionalidad como piso para lograr esa ansiada eficacia y eficiencia en los planes y proyectos de transformación socio-política y económica del país. Claro que ha habido avances importantes desde inicios del siglo XX.
Pero muchos han quedado como tímidos intentos debido, desde mi perspectiva, a la falta de institucionalidad el personalísimo político y el centralismo como sistema de reparto y eje de la dinámica política y administrativa.
Sólo una transformación real del modelo de Estado y la conformación de instituciones reales (no partidistas o gobierneras) podremos avanzar hacia la construcción de un país serio y que haga uso de los recursos magníficos que tenemos más por un designio de los cielos, que por un esfuerzo nacional. Eso también debe tomarse en cuenta; para valorar la oportunidad, no para despilfarrar la herencia natural que hemos obtenido.
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