La crisis nacional es fundamentalmente una crisis de gobernabilidad. Maduro no puede con la múcura que ya está en el suelo, vuelta guiso. Nadie podía imaginar que un régimen se tambalearía por la carencia de papel toilet, pero ocurre en la Capitanía General de Venezuela y Emparan está a un tris de surmenage.
Desatender la provisión de productos básicos es inflamable. Se necesitan 50 años de opresión para acostumbrarse a no comer arepas; no usar jabón, pasta dental, y papel toilet. Estas circunstancias no solo tienen impacto electoral, como se observó en el deterioro de la votación chavista del 14A, apenas compensada con el descarado fraude, sino que promueven la combustión interna de una sociedad cansada. Sin predecir caracazos que por su propia naturaleza son impredecibles, la situación actual tiene el tufillo aciago de finales de los 80 cuando la inflación y las escaseces trituraban la fe y la esperanza en el sistema político.
LOS DESAFÍOS DE MADURO.
Nicolás tiene varios desafíos simultáneos. Uno muy grave es el que deriva de su ilegitimidad. Se ha instalado la percepción nacional e internacional que ganó “with a little (and illegal) help from (his) friends”, ayuda tortuosa, abusiva y fraudulenta. El segundo desafío es que su afirmación como Presidente depende paradójicamente de que logre romper con la herencia de Chávez ahora transformada en pesada lápida: ser Chávez, “hijo” de Chávez o su muchacho de mandado no es buena carta de presentación; entre otras razones porque el Comandante dejó un desastre brutal e inmanejable. El tercer desafío es el que deriva de la guerra que con patrióticas bayonetas desarrolla la sargentería bolivariana; Maduro y Diosdado, Ramírez y Jaua, son antagonistas; se hablan entre sí, pero sus huestes se pelean sin cuartel. El cuarto es que siempre acomodarse a obedecer impide aprender a mandar.
De esos desafíos se derivan los objetivos actuales de Maduro: ganar legitimidad de hecho por la vía de lograr entendimientos progresivos dentro y fuera del país; cambiar las políticas esenciales de Chávez en materias sensibles: orientación económica, seguridad y clima político; y finalmente, con “nuevos mejores amigos” imponerse sobre sus competidores dentro de la revolución. Esto es lo que procura y la pregunta es si tiene fuerzas propias para lograrlo, si basta lo que le sugiere José Vicente Rangel o si podrá más el guante retador que diariamente lanza Diosdado Cabello como premeditada provocación.
LO QUE HACE NM HOY. Las opciones de Maduro mientras esté en la Presidencia, son reducidas pero existen. Lo primero que ha hecho a paso de vencedores es tomar el control de las palancas económicas; amigos cercanos, colaboradores suyos y de familiares, han pasado a ocupar posiciones en estos a veces agrestes pero productivos territorios. En tal aspecto se puede hablar con cierta propiedad del “madurismo” como sustituto del chavismo. Pero no basta estar en la olla, sobre todo si está raspada. Se hace indispensable intentar una alianza con el sector productivo nacional sobreviviente, de lo cual Polar es empresa emblemática.
La alianza que propone el Gobierno a los empresarios es muy clara: trabajen, produzcan, yo les digo cómo y a dónde dirigen la producción, y no se metan en “política”. Hay cuatro respuestas posibles del empresariado. La primera, como la de Marcel Granier y pocos más: no me la calo y hago lo que la gente libre hace con lo que tiene y lo que dirige. La segunda, la representan otros y el más reciente es Guillermo Zuloaga con Globovisión: he dado una lucha pero si yo sigo, la empresa quiebra o se cierra, y los trabajadores sufren. La tercera, la que aparentemente escogió Lorenzo Mendoza: yo hago lo que sé hacer, no me molesten en mi actividad y yo no me meto en política porque no es mi oficio. La cuarta, la de los boliburgueses y bolichicos (Juan Carlos Zapata dixit) que se zambullen en sus piscinas de oro y hacen política de la rica, de la que tiene a los chavistas como “compañeros de ruta”, como “tontos útiles” en una compleja situación en la que no se sabe por dónde andan los verdaderos tontos.
Una alianza como esta es promovida por Nicolás y los sectores que controla. No es de extrañar que los cubanos, pragmáticos como son en mantener el flujo de viandas y abalorios desde la Provincia de Caracas, acompañen un aflojamiento con los empresarios -en determinadas condiciones- e intenten apretar más duro en contra de la dirección política opositora o intenten dividirla, al negociar con unos y arremeter contra los que se resistan a cesar la denuncia de ilegitimidad del Gobierno.
Las condiciones políticas a los empresarios se colocan con métodos nada sutiles: “tú estás financiando a Capriles”; algún empresario acusado responde: “no; no es cierto” y le riposta el comisario político: “el Sebin te tiene grabado”. Esto último puede ser cierto o falso, pero funciona. El resultado es que se le plantea al movimiento empresarial que se le devuelven ciertos derechos económicos a cambio de renunciar a sus derechos políticos. ¿Será este el costo para mantener empresas y empleos en funciones? ¿Hay alternativas? No es fácil decidirlo porque hay distintas racionalidades para abordar este tema, pero este es el tema. Sobrevivir al costo de contribuir a ahogar las fuerzas democráticas es lo que quiere el Gobierno, aunque siempre hay respuestas creativas e inteligentes a estas ratoneras que suelen montar las autocracias.
LA OPOSICIÓN. Ésta es una nueva situación para la oposición a la cual se le va a plantear, por los caminos verdes, negociar con el Gobierno. Esto implicaría serios dilemas, el primero: si se negocia con un gobierno ilegítimo pero en funciones y en control de los escombros del Estado.
Hasta camaradas como Raúl Castro saben que la oposición venezolana salió políticamente victoriosa del 14A. Las fuerzas democráticas mostraron temple y enfrentaron el fraude; ganaron respetabilidad nacional e internacional, y dejaron al Gobierno como pajarito en grama. La respuesta inicial y brutal de Maduro y Cabello fue la represión abierta, lo que conducía al régimen a un rápido barranco; entonces los cubanos decidieron un viraje, cuya noticia no ha llegado a Diosdado. El mensaje es: ceder en todo menos en lo que ponga en juego el control de las palancas fundamentales del poder.
Cualquier conversación debería pasar por una agenda; algunos puntos esenciales deberían ser la libertad de los presos políticos, el retorno de los exiliados, un nuevo CNE y la realización de presidenciales limpias. Si fuese posible abrir la discusión sería excelente, aunque me temo que Maduro lo que busca es ganar tiempo porque está mal, y los salvavidas del Titanic no son suficientes.
Twitter @carlosblancog