Un nuevo deporte puede ser olímpico en 2020 y ocho federaciones compiten por ocupar esa plaza, pero las esperanzas de la mayoría de ellas se desvanecerán mañana, cuando la Comisión Ejecutiva del COI reduzca la lista a tres, a lo sumo cuatro aspirantes.
La plana directiva del COI, reunida en San Petersburgo, abrirá mañana su agenda de trabajo con un asunto que a lo largo de los años ha ganado en complejidad: la renovación del programa olímpico.
Tras la novedad que supuso la incorporación del golf y del rugby a siete para las ediciones de 2016 y 2020, el COI dio a principios de este año la sorpresa al proponer que la lucha, disciplina olímpica desde el origen de los Juegos, fuese excluida en 2020.
Inmediatamente, la lucha se unió a los siete deportes que ya estaban en lista de espera: el kárate, la escalada, el arte marcial wu-shu, el patinaje de velocidad, el ‘wakeboard’ (esquí náutico con cable), el squash y una candidatura conjunta del béisbol y el sóftbol, que han unido sus federaciones para entrar en los Juegos como disciplina masculina y femenina, respectivamente, de un mismo deporte.
Aunque en un principio la Ejecutiva del COI debía proponer en San Petersburgo un solo deporte nuevo -que la asamblea de septiembre en Buenos Aires tendría que ratificar-, el apoyo recabado por la federación internacional de lucha, los cambios que ha emprendido para responder a las críticas -nuevas normas de competición, más mujeres en puestos directivos…- y el deseo de los miembros del COI de hacer oír su voz en este asunto conducirán, según admiten representantes de la Ejecutiva, a la selección de tres o cuatro deportes finalistas.
De esta forma, la asamblea de septiembre tendrá mayor margen de maniobra y, si la lucha figura entre los finalistas, podrán optar entre dar una segunda oportunidad a esta disciplina o apostar definitivamente por un nuevo deporte.
Los ocho deportes han desplegado activas campañas de promoción en foros deportivos y redes sociales para demostrar su popularidad. El COI ha analizado su universalidad, su respeto de la normativa antidopaje, la calidad y cantidad de sus competiciones, sus audiencias, y mañana pondrá los datos sobre la mesa para hacer su selección.
El béisbol y el sóftbol, que ya fueron olímpicos y quedaron excluidos después de Pekín 2008, no han dejado de luchar por el reingreso ni un solo día, hasta el punto de ceder su autonomía y unir sus fuerzas en una sola federación, pero se encuentran con el problema de siempre: no pueden garantizar la participación en los Juegos de los profesionales de las Grandes Ligas, cuya temporada coincide con la quincena olímpica.
Por universalidad, sacan pecho deportes como el kárate o el patinaje (“¿Qué niño no ha tenido alguna vez unos patines?”, se pregunta Carmelo Paniagua, presidente de la Federación Española); por aceptación entre los más jóvenes, el ‘wakeboard’ y la escalada. Cada federación hará valer mañana sus cartas en un último discurso de defensa ante el COI.
La admisión en los Juegos Olímpicos supone para el nuevo deporte un universo desconocido de patrocinadores, atención mediática y respaldo de las administraciones. Además, se adueña de un trozo de la tarta de los beneficios económicos de los Juegos, que aumentan en cada edición. Durante las reuniones de San Petersburgo se conocerá, precisamente, cuánto se llevan las federaciones tras los Juegos de Londres 2012 y ya se habla de más de 350 millones de euros, frente a los 227 de Pekín 2008. EFE