La firma de acuerdos comerciales en el mundo ha seguido su dinámica. La globalización mantiene su curso ineluctable por encima de los obstáculos que las crisis puedan oponer.
En nuestro hemisferio, se han concretado un número importante de acuerdos, destacando el llamado Acuerdo del Pacífico de novedosos contenidos, pragmático y volcado hacia un espacio geográfico que hoy se ha convertido en el área con mayores perspectivas de crecimiento y desarrollo económicos, en el que incluso ha pedido ser observador EEUU.
En febrero pasado, Barack Obama anunció que pronto se iniciarían negociaciones entre su país y la Unión Europea, con vistas a establecer un área de libre comercio.
La noticia generó en otros actores internacionales no poca inquietud. China y Brasil deben estar monitoreando muy de cerca lo que vaya ocurriendo en estas tratativas que los afectarán.
De concretarse tal proyecto, las consecuencias económicas serán de grandes proporciones para la economía globalizada. El impulso sinérgico y el poder negociador frente a terceros que adquirirían, daría a ambos actores, en tanto que bloque comercial, una primacía económica sin precedentes, mucho mayor de la que gozan hoy, a pesar de las dificultades que aún arrastran desde la crisis financiera que se desencadenó el 2008.
En la actualidad, entre los dos suman la mitad de la producción mundial y un tercio del comercio internacional. Su comercio bilateral asciende a alrededor de 600 mil millones dólares, siendo EEUU el principal mercado de exportación de la UE (aproximadamente 100 mil millones de dólares, equivalentes al 17% de las exportaciones europeas).
Este acuerdo, para algunos funcionarios europeos, generaría cientos de miles de empleos nuevos y aumentaría el PIB de la Unión, en el caso, obviamente, de que se eliminen las trabas a sus productos en el mercado norteamericano. Para EEUU, significaría la reducción de restricciones a la importación de sus mercaderías, particularmente, los alimentos, sector que no deja de ser polémico entre ambos actores por el tema de los transgénicos, sobre el cual, por cierto, Europa está cambiando el enfoque.
Como es usual en toda democracia, la iniciativa deberá pasar aun por un debate previo en los parlamentos norteamericano y europeo que promete ser intenso. Sobre todo, porque hay sectores económicos muy sensibles que aspiran a ser protegidos de la competencia dura que traerá consigo el acuerdo.
Desde ciertos países europeos se ha manifestado la preocupación por el asunto del comercio de bienes culturales (películas, por ejemplo) y su potencialidad para entorpecer la negociación.
Con seguridad, en EEUU surgirá también alguna polémica sobre ciertos temas álgidos cuyas conclusiones obligarán al gobierno a colocar varias propuestas sobre la mesa de negociaciones. Los lobbys estarán muy activos al respecto. No hay que olvidar tampoco que EEUU está también impulsando el Acuerdo de Asociación Transpacífica (TransPacific Partnership, TPP).
Para los países del hemisferio americano que han suscrito TLCs con EEUU, la eventual negociación los afectará menos que a los que no lo han hecho. Para Mercosur y la CAN, que se mantienen arrastrando serias dificultades, la noticia de este acuerdo tiene que poner en funcionamiento las alarmas, toda vez que ambos bloques no han podido concretar con Europa un acuerdo de libre comercio que establezca ciertas prerrogativas para ellos.
De darse el bloque trasatlántico en ciernes, sumado al dinamismo que tome el Acuerdo del Pacifico mencionado, son esperables, a mediano y largo plazos, serias consecuencias para los bloques mercosuriano y andino, ambos en trance de mengua, consumidos por sus recurrentes controversias internas y extraviados por la ideología.
¿Tiene claro el gobierno de Venezuela estos desarrollos mundiales?
¿Está nuestra cancillería preparada para calibrar adecuadamente estos retos?
Permítanme dudarlo.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
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