Sin duda Colombia debe ser para nosotros, complicados vecinos, una referencia para lo bueno y lo malo.
Una vitrina contemporánea entre otros, de los males modernos que lo han aquejado en varias etapas de estos últimos decenios, de las distorsiones económicas, de los errores políticos, del desvanecimiento institucional, de la descomposición social, la violencia en sus distintas formas y su impacto en la sociedad por distintas y variadas formas, derivaciones de las acciones y omisiones, que han hecho de nuestra hermana nación todo un laboratorio social.
Sin embargo, Colombia no deja de sorprendernos; se ha convertido en un patrón de cómo surgir a pesar de la violencia, de cómo emerger con empuje en circunstancias de amenazas extremas en su seguridad interna, como preservar la institucionalidad por encima de los hombres que la conforman, cómo lograr que el mundo desarrollado voltee hacia latinoamericana y pose sus ojos en su heterogénea y rica geografía, en sus costumbres, en su nivel cultural y educativo, en el empuje una sociedad que se engalana en el resultado del esfuerzo colectivo.
Ya Colombia no solo es violencia y narcotráfico; ya es una referencia de empuje y desarrollo, un polo competitivo y de competitividad que la hace destino dilecto de los inversionistas.
Más allá de las controversia normal y la dialéctica erosiva de la actividad política, las cual se hace eco en las instituciones, hay una Colombia renuente a perder lo logrado, ha renunciar los avances realizados y el reconocimiento obtenido en la colectividad internacional.
Por eso no sorprende, que Colombia haya sido invitada el pasado 29 de mayo de 2013 por el Consejo Rector, reunidos en el Foro de Paris, a engrosar el selecto grupo 34 de países que integran la cincuentenaria Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE.
La OCDE tiene como objetivos generales, de ahí la rigurosa selectividad que aplica de los países invitados y su definitiva incorporación, lo siguientes:
· Contribuir a una sana expansión económica en los países miembros, así como no miembros, en vías de desarrollo económico.
· Favorecer la expansión del comercio mundial sobre una base multilateral y no discriminatoria conforme a las obligaciones internacionales.
Realizar la mayor expansión posible de la economía y el empleo y un progreso en el nivel de vida dentro de los países miembros, manteniendo la estabilidad financiera y contribuyendo así al desarrollo de la economía mundial.
Hace algunos años era impensable ver a Colombia enrumbada a ingresar en el prestigioso club de los “países ricos”, de los “países desarrollados”.
Mientras lidia con un vecino complicado y díscolo, que cocoquetea con sus enemigos internos y le hace cada trastada, sin inmutarse quizás por pragmatismo audaz de Santos que ya no sorprendente ni a propios ni extraños, Colombia articula políticas macroeconómicas de estabilidad que le permite sanear su economía, reglas de disciplina fiscal, una reciente, aun cuando my controvertida, reforma tributaria –que por cierto Venezuela ha sido renuente e irresponsable en emprender, la definición de una política minera (minería, gas y petróleo) que han arrojado índices muy positivos de su evaluación.
Haber sido convidada para ingresar a la OCDE, reviste para Colombia una importancia capital, la cual sintetiza Mauricio Cárdenas Ministro de Hacienda, al expresar que “es un sello de calidad incuestionable que el país va aprovechar para seguir trayendo inversión y generar más oportunidades para todos los colombianos” (Portafolio 31 de mayo de 2013).
La invitación extendida es el resultado de una intensa evaluación iniciada, a raíz de la solicitud formalizada en enero del 2011, durante una visita a París del presidente, Juan Manuel Santos, cuando justificó esa intención porque la OCDE “es el club de las buenas prácticas gubernamentales” y “un paso importantísimo para el país, para transformarlo positivamente y que estemos a la vanguardia”.
La invitación, formulada en tiempo record, no significa un ingreso inmediato. Comienza una etapa de formalidades y cumplimiento de trámites.
En las próximas semanas una delegación de OCDE visitará a Colombia con el objetivo de hacer entrega de una “hoja de ruta critica”, uno de los trámites que le permitirá adecuarse a “las mejores prácticas de los países miembros”.
Es una etapa que llevará meses y exigirá al gabinete del Presidente Santos un trabajo de filigrana.
Mucho de ese trabajo de adecuación ya está en avance, como es el caso de la adhesión de a la “Convención Multilateral de Intercambio de Información de la Asistencia Mutua Fiscal”, cuya ley de aprobación se discute en el Congreso de la Republica.
Mientras tanto Colombia define las bases institucionales que sustentan la acción gubernamental (varias y coherentes políticas públicas), teniendo como modelos y parámetros de comparación y norte la de los países más desarrollados miembros de la OCDE, recibiendo su apoyo para el logro de los objetivos que justifican la existencia de organización de cooperación internacional.
Dentro de poco, tendremos una Colombia fuerte, más atractiva a la inversión productiva y generadora de condiciones de desarrollo, con una económica diversificada y fuerte, erigida orgullosa y firme para ponerse de “tu a tu” con los empresas transnacionales en la definición del ordenamiento regulatorio que sirve de marco de su actuación y garantizando una participación justa y razonables del Estado del producido de la actividad económica privada y de las inversiones, con índices de resultados económicos a la par o semejantes a las de los “compañeros” del desarrollo económico e institucional.
A la vuelta, ahí mismito, tendremos una Venezuela empobrecida, con índices alarmantes, socialmente fracturada y económicamente depauperada, orgullosa líder de un quiste institucional como el ALBA y en máximo desempeño de una arqueología política como es pretender enseñar al mundo las “bondades” del fracaso del modelo cubano.
Estaremos como aquel zagaletón de familia acomodada que en el transcurso del tiempo ve con pena y tristeza el surgimiento y los avances de aquellos pobres muchachos de quienes se burlaba o “caribeaba” en uso abusivo de su condición privilegiada.
Por Leonardo Palacios Márquez
(@NegroPalacios)