Corría el año 1974 y un recién electo alcalde de una ciudad intermedia de un país suramericano, se proponía convertir la más importante arteria comercial de la ciudad en un boulevard, donde los peatones reinaran y los automóviles tendrían el paso vedado. La idea tropezó con una gran resistencia de los comerciantes, de los dueños de vehículos, de los residentes de la zona y en general de la colectividad. Se argumentaron en contra desde razones económicas como que las ventas descenderían dramáticamente, sería más difícil la descarga de mercancía, la gente no accedería con facilidad a los negocios, etc. Los dueños de vehículos que estacionaban en la calle, tenían razones de sobra para oponerse, sobre todo en una ciudad que no ofrecía la opción de un buen servicio de transporte público. Semejantes razones argumentaban los residentes y la colectividad en general, se oponía por no poseer una referencia que les hiciera pensar que podía haber algo mejor que lo que existía.
Nuestro alcalde, terco como corresponde a una persona que va tras un sueño, ideó un plan ingenioso. Esperó hasta las 4 de la tarde de un viernes, después que habían cerrado las oficinas públicas y sobre todo los tribunales, para soltar sobre la calle un ejército de obreros que con picos, palas, martillos hidráulicos y miles de matas. Entonces procedió a modificar las aceras, creó una isla peatonal en el medio y colocó plantas pequeñas en macetas y sembró otras más grandes de manera frenética desde esa hora hasta las 6 am del día lunes. En ese lapso los comerciantes y transeúntes observaron con estupor como cambiaba el paisaje urbano, pero mientras los primeros criticaban, los segundos se sentían complacidos. Lo cierto es que al iniciarse la jornada laboral el primer día de la semana, mucha gente acudió a ver los cambios efectuados y aprovechó para comprar, haciéndolo en mayor medida que lo correspondiente a otro lunes anterior. De inmediato el alcalde Jaime Lerner, de Curitiba, Brasil, implementó una serie de actividades para los niños y otras más de tipo cultural (tuvo que reponer por un tiempo las matas que la gente se llevaba, hasta que dejaron de hacerlo) que convencieron a los escépticos y consolidaron la idea del boulevard.
Lerner posteriormente pondría en marcha el mejor y más económico sistema de transporte público para la ciudad, precursor del Transmilenio de Bogotá y del Transantiago de Chile, así como cientos de kilómetros de carriles para bicicleta. El camino del alcalde de Curitiba lo siguió admirablemente el Alcalde de Bogotá Enrique Peñaloza, cuya labor transformó y embelleció a la capital de Colombia; sin embargo, algunas acciones suyas no siguieron el comportamiento respetuoso de la propiedad privada y del ciudadano que exhibió Lerner; en efecto en el año 2000, Peñaloza dictó una polémica expropiación de las canchas de polo del Country Club de Bogotá, bajo el argumento de hacer públicos unos terrenos de uso privado. Su sucesor en el cargo el Alcalde Moreno, desestimó la expropiación si el avalúo de los terrenos pasaba de 10.400 millones de pesos, “porque era mucho mejor invertir una cantidad semejante en hospitales y escuelas que en un parque”. Doce años después, una decisión del Tribunal Superior de Bogotá determinó que el monto a pagar alcanzaba la cifra de 202.000 millones de pesos. Está por verse si al alcalde Petro que hoy gobierna la ciudad puede pagar tal precio por un parque; si se desestima la acción, o si se van a realizar allí conjuntos residenciales, con lo cual la sombra del negociado rodearía la decisión de Peñaloza en el año 2000. Trece años después ni hay cancha de polo, ni hay parque para los ciudadanos. ¿Quién ganó?
Peñaloza estuvo recientemente en Caracas y lo primero que propuso en su declaración fue la expropiación del CCC. También se pronunció contra los estacionamientos, el uso de vehículos y en favor de los motorizados. Creo que no se paseó el ex Alcalde de Bogotá, porque en Venezuela la palabra expropiación es una mala palabra; tampoco consideró que decir que no hacen falta estacionamientos, le da la razón al gobierno cuando para la GMVV violó esta disposición contemplada en las ordenanzas municipales; omitió que no hay un sistema de transporte público que permita por ahora prescindir del carro y por último no consideró que los mototorizados circulan por la autopista violando la ley, frente a un gobierno permisivo.