Tamara Suju Roa: Su Santidad y Nicolás

Tamara Suju Roa: Su Santidad y Nicolás

Hace tan sólo 5 años, cuando Nicolás era Canciller y el representante de la Santa Sede en Venezuela era el Moseñor Giacinto Berlocco, nuncio apostólico, Nicolás se daba el tupé de no contestarle las llamadas ni de responder las peticiones de audiencia, por el caso de Nixon Moreno.  Recordemos que Moreno estuvo dos años refugiado en la Nunciatura apostólica en Caracas y que la Santa Sede le concedió el asilo diplomático por razones humanitarias,  pero el gobierno venezolano nunca respondió por el salvo conducto que según los convenios internacionales sobre el asilo, debía otorgar para que Moreno saliera del país.

Para aquel entonces, los improperios que el Presidente fallecido Hugo Chávez decía contra los representantes de la Iglesia Católica venezolana eran tan indignantes, que no vale la pena repetirlos, por respeto a ellos.  Su Santidad, el Papa Benedicto XVI, una vez comprobada y verificada  la persecución política que el régimen de Chávez mantenía contra Moreno, para entonces líder estudiantil de la Universidad de Los Andes, le otorgó el asilo y comenzó las gestiones para su salida.  Pero no hubo comunicación con la cancillería. Lo que si hubo fue ataques terroristas contra la sede de la nunciatura e insultos contra Monseñor Berlocco.

Hoy, los lobos se disfrazan de corderillos  y quieren ser bendecidos por el nuevo Papa, quizá buscando la legitimidad que no le ha dado la mayoría del pueblo venezolano.  Nicolás corrió a buscar su cita en el Vaticano y quizá algún día nos enteraremos de como fue que Jaua levantó el teléfono aquel, que Nicolás nunca quiso levantarle al nuncio anterior para pedirle la tan ansiada cita. La Iglesia Católica es la cuna de la diplomacia, la escuela más antigua y seguramente tanto Jaua como Nicolás fueron tratados con respeto, con mucho respeto, actitud que ellos le niegan a la mayoría de los venezolanos.





El país esta expectante de esta reunión. Porque Nicolás se va con los bolsillos llenos de pecados. Violaciones a los Derechos Humanos, presos y perseguidos políticos, amenazas, insultos e instigación al odio entre hermanos, entre otros.  Me los imagino sentados en una salita quizá tomando un té mientras conversan, y Nicolás echándole el cuento de como la derecha fascista -perdón, no creo que use su palabra preferida ante tal personalidad- quiere inocularle una enfermedad, contratar paramilitares para atentar contra él,  desestabilizar al país, a su economía y crear la “sensación de inseguridad”, de ser los autores de la falta de energía eléctrica, del desabastecimiento, de la inflación, de la falta de agua, de las protestas y huelgas que envuelven al país, y quizá hasta nos eche la culpa de la ruina de PDVSA, de la ruina de las empresas básicas, de que tuvo que salir a comprar pollo, cereales, papel toilette y hasta la harina para la Ostia con la que comulgamos los católicos!

Lo que Nicolás debería saber es que la Santa Sede no elige presidentes, ni los legítima.  Sólo cumple con su milenaria misión que es velar por sus fieles. Es decir, velar por quienes creen en la Iglesia de Jesús y en muchísimos casos por quienes siguen otras religiones y han buscado su protección.  No sabemos si Nicolás va a llevar esta conversación  como un acto acusatorio de la fiscalía de Luisa Ortega, pero quizás pudiéramos recomendarle hacer un “mea culpa” y aprovechar esta gran oportunidad que le ha brindado Dios, para asumir sus errores con humildad y hacer un acto de contrición  para pedirle disculpas a sus compatriotas por su  discurso de odio y discriminación y aceptar realizar lo que la mayoría de los venezolanos exigimos, el reconteo total de los votos de las elecciones de forma transparente y sin condiciones, con la aceptación de cualquiera que sea los resultados y sus posteriores consecuencias, el cese del odio y la violencia política y social, el cese de la persecución y la libertad de todos los presos políticos y el regreso de los exiliados.