Rafael Isidro Delgado Hernández, murió el pasado sábado 29 de junio de 2013, en Maracay a los 76 años edad. La salud deteriorada por la diabetes, sus problemas cardíacos y de hipertensión, lo hicieron rendirse y sellar el epílogo de una vida consagrada a una gran devoción, a lo que para él fue una veneración divina llamada GOLF. PGAdeVenezuela
En el golf lo bautizaron como Julio, por compararlo con un viejo jugador del Caracas Country Club que pegaba golpes muy rectos. Y como Julio Delgado creció, se formó y fue un ejemplo de constancia y entrega al deporte.
Caraqueño de Chapellín, nacido el 4 de abril de 1937, desde muy pequeño se iba a pie para el colegio y desviaba el camino para embelesarse con los verdes prados del Caracas Country Club. Era para él una fantasía poder jugar allí, hasta que se atrevió a cruzar el umbral.
Fue un socio de nombre Jackie Alexandre quien le tendió la primera mano, lo hospedó en su casa y le ofreció trabajo como caddie. Delgado fue cortés, cumplido en sus responsabilidades y se ganó la confianza de todos. A los 17 años, en 1954, ya mostraba un golf prolijo y preciso, producto de un talento natural poco común. Ese mismo año consiguió trabajo en el pro-shop del CCC y entabló amistad con Teobaldo Pérez, para la época quien llevaba las riendas del club, y quien a la postre se convirtió en el padre golfístico de Julio.
No fueron pocas las veces que se escuchó salir de los labios de Julio Delgado, la frase “todo lo que sé del golf se lo debo a Don Teobaldo Pérez”.
A los 20 años, en 1957 se organizó en Venezuela el Abierto Internacional de San Luis, Valencia, al que fueron convocados profesionales de renombre. Así como a los toreros le dan la alternativa, a Julio en aquella cita lo evaluarían para optar al título de primer jugador profesional de golf en Venezuela. Se recuerda que Teobaldo Pérez jugó con Marco Antonio Lacavalierie, el famoso “Musiú” quien era buen golfista y poseedor de hándicap 2.
Julio terminó en el top ten del torneo, con un puesto 7 que lo hizo merecedor del carnet que lo acreditó como el primer profesional del país.
Julio abrió la compuerta para que luego le siguieran bastonistas de la talla de Javier Sánchez, Alfonso Fernández, Noel Machado, Francis Betancourt y Ramón Muñoz, entre otros. Con el pasar del tiempo el golf se iba infiltrando hasta los huesos de Delgado, quien fue head pro en diversos clubes comenzando en San Luis; luego Guataparo, cuando apenas tenía seis hoyos; Maracay, El Junco, Caraballeda, Los Anaucos, Quiriquire (Monagas), Cardón (Falcón), Puerto la Cruz y su último club que fue Cumanagoto.
Un desempeño brillante en la disciplina lo llevó en 1966 a liderar el escalafón nacional junto a Ramón Muñoz, lo que hizo a la pareja merecedora del derecho a representar a Venezuela en una copa Mundial en Japón. Lamentablemente Julio se movía muy bien en tierra firme, pero sentía pánico a las alturas (acrofobia) y pero aún era su pavor para montarse en aviones (aerofobia), lo que lo llevó a declinar su viaje al lejano oriente. En su lugar, el negro Muñoz viajó con Francis Betancourt.
Julio no especificaba cuántos hoyos en uno logró en su carrera. Quienes le seguían los pasos se atreven a precisar que fueron 11, de ellos cinco en Cumanagoto. Desde que aquel niño pisó la cancha del Caracas Country Club, hasta el último de sus días, nunca pasó una semana sin que jugara al golf.
Tenía obstruidas las ramificaciones izquierdas del corazón, una hernia que lo lastimaba a cada paso, la diabetes que lo devoraba, la tensión que lo sofocaba y los médicos que le prescribían descanso obligado, bajo la amenaza de muerte a la primera desobediencia.
Pero Julio era insubordinado cuando se trataba del golf. A las indicaciones de los médicos, a las enfermedades crónicas, les respondió con golf y más golf. Rondas de 18 hoyos, nunca 9, lo animaron a seguir hasta pocas horas antes de morir.
Solo su matrimonio con el golf fue “hasta que la muerte nos separe”. Tuvo cinco esposas y 11 hijos, siete hembras y cuatro varones, de ellos Rafael Antonio Delgado Mendoza fue el único en seguirle los pasos en la disciplina del golf y es profesional en Punto Fijo, en el Cardón Golf Club.
Julio Delgado fue sepultado en el Metropolitano de Maracay, tal como él lo pidió: con una gorra de golf, un hierro 8 y una pelota nueva. Fue al encuentro con Dios, preparado por si allá arriba en el reino celestial, existen hoyos para seguir su pasión.