Nicolás Maduro, no pudo contrarrestar, por lo menos democráticamente, la voluntad popular y el descontento generado por 14 años de demagogia e ineptitud por parte del régimen chavista.
El pueblo, aun con una intervención desmedida por parte del oficialismo, eligió a un candidato que representaba el NO a la criminalidad, al caos económico, a la corrupción y a la descomposición social.
No obstante, como en todos los gobiernos autoritarios y con el auspicio de Cuba, Nicolás Maduro se robó la elección presidencial y asumió la presidencia ilegítimamente bajo un descontento generalizado.
Días antes de la toma de posesión de Maduro y poco después de su asunción, la oposición contaba con las herramientas y el capital político para salir a las calles y demandar la renuncia de un gobierno ilegítimo controlado por los hermanos Castro en La Habana. Desgraciadamente, amenazas por parte de los cubano chavistas hicieron que la oposición optara por no “incitar” a un movimiento social importante y decidieron buscar de manera “pacifica” la destitución de Maduro.
Esta estrategia, a tres meses de la toma de posesión de Maduro, solo ha reafirmado lo que la comunidad internacional opina sobre la oposición en Venezuela: Una oposición que carece de estrategia, visión a futuro y coraje para hacer frente a criminales como los que gobiernan su país.
En una entrevista reciente conducida por Jaime Bayly, el político y activista Leopoldo López nos dio una probada de lo preocupante que resulta subestimar a criminales con una actitud pacifista y sumisa. En la entrevista López se negó a catalogar al gobierno de Chávez como una dictadura y a ofrecer una idea clara sobre lo que la oposición tiene planeado para recuperar lo que le fue robado en las urnas. Hasta el conductor del programa se dio cuenta de la incongruencia y la falta de acción por parte de miembros de la oposición y la negativa de personas que oprimidas bajo ese régimen se niegan a admitir su realidad—demostrando una especia de síndrome de Estocolmo.
Jaime Bayly también ha entrevistado a Henrique Capriles y a María Corina Machado. Sus intervenciones fueron similares a las de López y provocan disgusto por aquellos latinoamericanos que vemos a un país que día a día se cubaniza más y se niega a salir a las calles (como en la primavera árabe) para recuperar a un país que se encuentra al borde de un desastre que podría tardarse décadas en restaurar.
Pese a que los críticos digan que es muy fácil hablar de salir a las calles cuando se escribe desde otro país y lejos de la línea de fuego, es indiscutible que si los venezolanos quieren salvar a su país y detener la diseminación aun más profusa de la corrupción y criminalidad en la región, deben tomar decisiones fuertes y sin titubeos. Para lidiar con mafiosos como los que gobiernan Venezuela no se puede ofrecer una rama de olivo y esperar que la democracia regrese a Venezuela por osmosis.
Es cierto que Latinoamérica ha abandonado a Venezuela, pero también es cierto que la oposición debe ejercer una posición más firme y congruente si espera que países vecinos apoyen una causa que hasta el momento parece sin rumbo y carente de líderes serios.
El capital político y el tiempo se agotan para la oposición. Aun si el gobierno de Maduro se autodestruye, la oposición sigue sin estar preparada para tomar las riendas del país y evitar que otro chavista más competente prolongue el chavismo y profundice el totalitarismo en Venezuela.
Felipe Trigos es un analista para la firma Visión Américas LLC en Washington, DC
http://interamericansecuritywatch.com/esta-perdida-la-oposicion-venezolana/