“Las ideas son más poderosas que las armas. Nosotros no dejamos que nuestros enemigos tengan armas ¿por qué dejaríamos que tuvieran ideas? Stalin
Ayer el país observó, una parte con indiferencia, otra con indignación y la mayoría seguramente con asombro el paroxismo del PSUV en materia de cinismo expresado en la denominada marcha contra la corrupción. La definición de cinismo de acuerdo a la Real Academia se refiere a “desvergüenza en el mentir o en la defensa y prácticas de doctrinas vituperables”. Precisamente eso fue lo que ayer la cúpula decadente del PSUV obligó a hacer a sus bases y a los empleados públicos: marchar para rechazar la corrupción cuando es en su seno que está incubada y desde donde actúa empobreciendo material y espiritualmente cada día más al país.
Desde los tiempos en que el país era gobernado por el hoy comandante supremo la mentira se convirtió en una política de Estado. Para el gobierno es completamente normal desdecirse de un día para otro sin que medie el menor rubor o problema de conciencia frente a la mentira, debido a que para ellos lo único importante es el poder en sí mismo. Pero no una aproximación pragmática del poder como la realizada por Maquiavelo en el Príncipe, sino una visión mucho más cercana a las prácticas carentes de moral y sin ningún tipo de principios éticos realizadas por Hitler, para quien lo único importante era satisfacer sus sed de poder, su ego personal y desplegar, mediante el uso masivo de la propaganda y los símbolos del poder, sus más bajas pasiones. Caso análogo el de Fidel Castro quien hace más de 50 años llegó al poder prometiendo bienestar, progreso y libertad comunista, es decir una sociedad libre, democrática y sin Estado opresor y el pueblo cubano es hoy esclavo de unos ancianos que han construido el aparato opresor más inhumano que haya conocido América Latina.
La explicación sobre el carnaval anticorrupción observado ayer se encuentra en una mezcla de cinismo, ignorancia y desprecio a la inteligencia del pueblo. Fue increíble observar a Cabello disfrazado de Uslar Pietri, Carreño cual juez Garzón, Cilia luchando contra el nepotismo y Maduro haciendo las veces de José María Vargas, es decir jugando a ser el primer presidente civil de la república, ya que según la historia oficial roja, Venezuela surge como nación el 4 de febrero y se consolida nuestra independencia en el año 1998 con la llegada al poder del Comandante Chávez, quien no sería derrotado por la oligarquía Colombiana como Bolívar ni tentado por los placeres de la burguesía de la época como Páez.
Algunas aclaratorias por más obvias que resulten: la corrupción está asociada a la apropiación indebida de fondos públicos y se hace en colusión con personas o empresarios que sin formar parte de la administración pública sirven de contraparte y se encargan de movilizar el dinero obtenido de dicha apropiación. En nuestro país desde el año 1998 gobierna la misma gente, son ellos quienes tienen acceso a los dineros públicos. El dinero es como la gripe, casi imposible de ocultar y el país observa de forma pública y notoria las personas que se movilizan en camionetas blindadas, flanqueados por dos o más motorizados, utilizan marinas para disfrutar de yates cuando en el pasado reciente no tenían ni un peñero, gastando grandes sumas de dinero en fiestas públicas y privadas, en fin rodeadas de privilegios, lujo y confort.
Para los ciudadanos es un imperativo moral denunciar y desmantelar la sarta de patrañas y mentiras construidas obscenamente desde el poder. Es más o menos evidente que un régimen que convierta en emblemas éticos a Cabello o a Carreño, tiene serios problemas de identidad y sustentabilidad política. Una cosa es que la cultura venezolana, condicionada por el petróleo, privilegie la redistribución de los recursos por sobre la producción de riqueza y otra muy distinta que haya cedido en los valores y principios éticos al extremo de sentirse a gusto siendo gobernada desde el espacio oscuro y sinuoso de la amoralidad. Las encuestas son claras y los personajes asociados a la corrupción se encuentran en el gobierno.
Nosotros en la oposición hemos cometido el error de dejar que el gobierno se apodere de la bandera de la lucha contra la corrupción, mismo que debe ser superado inmediatamente. La opinión pública debe establecer una relación automática entre las carencias, el tráfico, la falta de repuestos, la pérdida de calidad de vida con la corrupción física y espiritual de unos personajes que se encuentran enquistados en las instituciones para saciar su ambición de poder y la de personajes con pretensiones imperiales como Fidel Casto, sin importarles el bienestar, progreso y la vida de los venezolanos.
El día que realmente Maduro decida enfrentar la corrupción debe pedirle a su esposa explicación del por qué recurrió al nepotismo para atiborrar de familiares la Asamblea Nacional o preguntarse cómo es posible que personas que tienen 14 años con un mísero sueldo en la administración pública y son propietarios de hoteles, caballos de lujo y propiedades en el mundo o debería leer la revista Forbes y revisar cuántos revolucionarios aparecen como los personajes con mayor dinero y poder en el planeta. Si ese día llegara a ocurrir, el gabinete debería ser renovado íntegramente y él expiar sus pecados por acción y/o omisión.
Carlos Valero
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