En Cúcuta tienen que olvidarse de los venezolanos

En Cúcuta tienen que olvidarse de los venezolanos

De 15 visitantes que llegaban a diario a las tiendas de la ciudad, hoy se traducen en uno que no lleva nada. / EFE

Cúcuta. Año 2008. Nueve de la mañana. El movimiento vehicular por la autopista de San Antonio era lento, las calles de la ciudad congestionadas, el parque Santander, ícono de la capital nortesantandereana, que parecía intransitable, les advertía a los comerciantes que sería un día lucrativo entre el ruido de las puertas de los almacenes y el alto volumen de los equipos de sonido en las calles. Se filtraba, de cuando en cuando, el ‘cónchale vale’. Los venezolanos, esos clientes prodigiosos, habían llegado a la ciudad, publica El Espectador.

Dos horas atrás, cuando las cortinas y puertas de los locales comerciales se abrían, Cúcuta parecía un pequeño puerto turco. Y hasta caída la tarde, a eso de las seis, el ritmo no paraba. Los vendedores no sabían qué era disfrutar un almuerzo o sentarse a gozar de un corto descanso porque, literalmente, no había tiempo. Su misión: atender a la avalancha de venezolanos que buscaban ropa, comida y zapatos. Los mejores zapatos.

Cinco años después, Gloria de Contreras, empresaria de Cúcuta, con voz de nostalgia hace una cronología de aquellas épocas: “La bonanza más grande en la historia se vivió en el 2008 por las tarjetas Cadivi, el bolívar estaba como a peso y los venezolanos compraban muchísimo. En el 2009 el bolívar cayó por completo. En el 2012 vivimos la crisis económica más grande desde agosto y la moneda quedó en 70 centavos. Hoy no alcanza a llegar ni eso, está a 60”.

La capital de Norte de Santander, la de los 30 grados de temperatura que posee una economía netamente comercial, ahora tiene productos para vender, muchos, pero no tiene clientes para comprar. Las avenidas están solas, el negocio de los parqueaderos en cada esquina dejó de ser próspero, los almacenes de la calle 10 (la puerta del centro) mantienen durante todo el año atractivos avisos de promociones que no dan resultados y los vendedores que antes no sabían qué era el descanso hoy tienen tiempo suficiente para limpiar una y otra vez las vitrinas de sus negocios.

La situación de Cúcuta es preocupante. Los números rojos del comercio crecen como si se tratara de una bola de nieve que va jalando incontrolable a toda la economía, atrayendo cada vez más problemas: el nivel de desempleo alcanza el 15,5%, el más alto entre las 13 ciudades más importantes del país; las exportaciones pasaron del 90% al 35%, más de 1.500 empresas se han visto obligadas a cerrar y las cifras de informalidad están en 70%, cuando a nivel nacional el registro llega a 52%.

El panorama muestra que entre los sectores que han ayudado a disminuir el nivel de desempleo se encuentran: construcción, servicios, sector agropecuario y transporte. Mientras que los de explotación de minas y canteras, industria manufacturera y actividades inmobiliarias son los que menos participación han tenido en el mercado.

A pesar de una realidad evidente, Carlos Gilberto Gamboa, gerente del observatorio económico de la Cámara de Comercio de Cúcuta, guarda un marcado optimismo, pues según información de la entidad, la llegada del actual gobierno de Juan Manuel Santos y sus conversaciones que buscan reactivar los buenos oficios han dado fruto. A eso se suman las reuniones del pasado viernes en Caracas, y los propósitos del acuerdo de Alcance Parcial con Naturaleza Comercial.

“Se reanudaron las relaciones comerciales entre los dos países, los proyectos con Venezuela han aumentado y las exportaciones a la frontera el año pasado fueron de US$2.500 millones”, y añade el mandatario que “aún falta mejorar desde el punto de vista de pagos porque se perdió la confianza, la escasez de divisas en Venezuela y la tasa preferencial que a veces genera todo este diferencial de precios que se presentan con los productos”.

También se considera que “las mejoras en las carreteras desde Cúcuta hacia Bucaramanga, Pamplona y Sardinata; el desarrollo de la zona franca y la construcción del centro de convenciones, son propuestas de ciudad que van dando optimismo al nuevo enfoque que se le quiere dar a Cúcuta”.

“A mí no me gusta hablar de crisis, yo hablo de transición. Cúcuta tiene demasiada oferta sobre todo en calzado, lo que no tiene es demanda”, afirma con seguridad Diego Yáñez Ariza, gerente general del centro comercial Ventura Plaza, uno de los epicentros más grandes de la economía en la región, a quien el problema también ha tocado, a pesar de que recalque una y otra vez que vendrán buenos vientos: “Las ventas en general desde el último trimestre del 2012 hasta marzo bajaron en un 25%, sobretodo en los alimentos, con un 40%. Y las marcas de libros, entretenimiento y ropa sólo se han visto afectadas en un 15%. El tráfico venezolano era de 30% y ahora sólo es de 15%. No vienen como antes, únicamente en fechas especiales y festivos”.

Para Yáñez la solución es clara: “Hay que olvidarnos que Venezuela existe porque pasarán varios años y la inestabilidad será igual”, por eso el centro comercial apoyó la campaña ‘El cabezazo es comprarle a Cúcuta’, la cual en conjunto con la Cámara de Comercio de Cúcuta, Fenalco, la alcaldía y la gobernación pretenden dejarles claro a los cucuteños la importancia de apoyar las compras en la región. La petición se hace porque cuando las familias querían comprar ropa se iban para Medellín. Cuando se trataba de zapatos, bajan hasta Bucaramanga. Y si el caso era de alimentos, salían más baratos en San Antonio, Venezuela.

Por su parte, Carmen Elisa Ortiz Caselles, gerente general del centro comercial Unicentro Cúcuta, reconoce que aunque la situación económica “no es la mejor, tampoco es mala si se comparan las estadísticas de años anteriores y la del semestre del 2012 y 2013”. Este, como los demás negocios, ha tenido que recurrir a otro tipo de estrategias que llamen la atención de los compradores: “Trabajamos en temas como el servicio al cliente, seguridad, así como el nuevo estatuto del consumidor”, añade.

Pero una cosa es ver el partido desde la tribuna y otro desde la cancha. Doña Gloria, la pequeña empresaria, la que vivía las épocas de bonanza, de la avalancha de compradores venezolanos, cuenta que de 15 visitantes que llegaban a diario a las tiendas de la ciudad, hoy se traducen en uno que no lleva nada.

Y si los venezolanos se demoran en volver, ¿cuál es la solución para los cucuteños? En palabras de Guillermo Botero, presidente de Fenalco, “este es un problema de estado, donde es necesario crear un combo completo en busca de la solución, que incluya entre otras cosas infraestructura, eliminación del Impuesto al Valor Agregado, IVA, apoyo financiero, irradiación de créditos y generación de empleo. Hay que acelerar el proceso a través de las decisiones del Gobierno”. Y aunque la Canciller María Ángela Holguín ya lo está tratando de solucionar este asunto, doña Gloria aún no lo siente. Su caja registradora dejó de sonar y parece que ya no reconoce, ni siquiera, el valor del dinero.

Por: Marcela Díaz Sandoval
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