Analistas dicen que la emoción construida por Capriles se ha ido desvaneciendo con el tiempo.
VALENTINA LARES MARTIZ
Corresponsal de EL TIEMPO
Caracas
El ciudadano opositor venezolano extraña el vigor que sintió cuando, a pesar de que su candidato perdió las elecciones presidenciales del 14 de abril, mostró a la oposición como un bloque ineludible que representa a la mitad del país sin que la otra mitad, chavista, supiera muy bien asimilar su estrecha mayoría tras 14 años de victorias casi irrefutables.
Tres meses y medio después, a pesar de los graves problemas socioeconómicos del país y del forjamiento de un líder que necesitó por tanto tiempo –el gobernador de Miranda, Henrique Capriles–, la oposición parece haberse enfriado mientras el gobierno del presidente Nicolás Maduro da signos de estabilización. ¿Pero hasta qué punto el tiempo está jugando a su favor? ¿La oposición perdió su oportunidad de vigorizarse?
Para el secretario general del partido opositor Acción Democrática, Henry Ramos, en Venezuela actúa una dinámica que contradice la teoría política. Ramos le dijo a EL TIEMPO que “en cualquier país democrático las elecciones limpias sirven para estabilizarlo políticamente, pero aquí generan más división. Después de cada proceso electoral, el país resulta más polarizado y confrontado de lo que estaba antes”.
Ramos subrayó que es lógico que a medida que pase el tiempo las pasiones en cierto modo se atemperen y los ánimos se enfríen, lo cual, dice, no significa dispersión.
El doctor en Ciencias Políticas, cercano a la Mesa de la Unidad Democrática, José Vicente Carrasquero, considera que la oposición organizada en liderazgo y partidos se dosifica por razones de logística: “Con Chávez se modificaron las leyes y estas impiden el financiamiento del Estado a los partidos políticos. Con recursos restringidos, la intensidad de exposición y de movilización cambia. Los dirigentes siguen en su labor de denuncia y de contacto en los pocos espacios que tienen, incluso mediáticos, que han sido fuertemente restringidos”.
Entre los elementos que contribuyen a acentuar la sensación de enfriamiento opositor despunta la falta de respuesta del Tribunal Supremo de Justicia a la impugnación de las elecciones presidenciales presentada por el excandidato Capriles.
La parcialización institucional también alcanza a la Asamblea Nacional, que debió haber nombrado hace meses nuevos integrantes para el máximo tribunal y nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral. Con una mayoría simple, el chavismo está obligado a dialogar con la oposición para estos nombramientos, pero al negarse a hacerlos también anula la expresión de la oposición y la posibilidad de tener poderes más equilibrados.
En esa espera, el Gobierno ha aprovechado para lograr la estabilidad que parecía tan lejana en los días siguientes a la elección.
Sin embargo, “la estabilidad del Gobierno es burocrática, política hasta cierto punto, pero no social. Los problemas siguen siendo los mismos e incluso mayores, como la criminalidad, el desabastecimiento y la inflación; por eso, cuando se revisan las encuestas estas dicen otra cosa: Maduro no remonta en popularidad y Capriles sigue siendo percibido como un líder en ascenso y con mucha aceptación”, asegura Carrasquero.
Pero algunos destacan que Capriles no ha sabido manejar el apoyo que logró amasar.
Por ahora, lo que luce claro en el panorama opositor es la preparación de sus mejores aspirantes para las elecciones municipales del próximo 8 de diciembre, donde se disputarán 335 alcaldías. En esa próxima medición nacional podría consolidarse como mayoría.