Con razón teme Maduro un resultado adverso en diciembre y quiere impedir que Capriles viaje en avioneta. Como Chávez ganaba las elecciones cómodamente, le permitía libertades a sus oponentes. Maduro, obvio, no es Chávez; posee una autoridad precaria y teme tanto los resultados electorales de diciembre que juega sucio abiertamente: una derrota obligaría al chavismo a un cambio, resquebrajaría la estabilidad política del gobierno. ¡Desea obligar a Capriles a trasladarse por tierra, lo que le impediría repetir la campaña espectacular del pasado abril, cuando visitaba varias ciudades en un día! Un viaje de Caracas a Valencia dura en ocasiones seis horas.
El mensaje es claro: se perseguirá a quien le dé un bolívar a la oposición, se apoderan de las computadoras y los teléfonos de Oscar López en busca de alguna transferencia de recursos para acusar a la MUD de violar la ley no escrita, según la cual el PSUV cuenta con todos los recursos del Estado y la MUD con nada. Resulta cuesta arriba hacer política sin dinero, sin acceso a la televisión, con las emisoras de radio mayoritariamente en manos chavistas. Desaparecen las apariencias de un juego democrático, persiguen a El Nacional, quieren gobernar por los siglos de los siglos.
No hay tarea tan prioritaria como derrotar abrumadoramente a Maduro en diciembre, las elecciones son un plebiscito sobre Maduro, quien para responder la acusación que le hacen dentro del chavismo de dar un giro a la derecha, rescata la fraseología marxista del siglo pasado y se proclama enemigo del reformismo.
Algunos candidatos de la MUD no son los ideales pero hay que apoyarlos y aspirar a que esta persecución despertará al ciudadano y, en cambio, el chavista decida quedarse en su casa el 8 de diciembre para expresar así su apoyo a sus líderes naturales locales. No es imposible que ocurra una gran abstención en el chavismo como otras veces en el pasado.
Asombrosamente hay todavía quienes apuestan en la oposición a una derrota para de esa forma socavar el liderazgo del gobernador de Miranda, sin darse cuenta de que de ganar el PSUV en diciembre, Maduro se consolidará por tiempo indefinido en Miraflores. Frente a un panorama tan poco democrático y la conducta autoritaria del gobierno, desesperados ante esta pesadilla, resurge la tentación de abandonar el camino que tantos triunfos le ha dado a la oposición, algunos les irrita esperar hasta diciembre. El que va ganando no derriba el tablero.
No es la hora de hacerse ilusiones: la oposición enfrenta a Nicolás Maduro, al PSUV… y a todos los poderes del Estado. Ocurrirán otras arbitrariedades, vienen con todo, pero pagarían un precio alto si no celebrasen las elecciones, confesarían que ya no son mayoría y abandonarían el juego ambiguo de Chávez que disimulaba su autoritarismo celebrando elecciones constantemente. A votar, pues. Va todo, hasta la camisa.