En una noticia, no muy destacada, la prensa reportó que Maduro estaba pensando en la posibilidad de convocar una Asamblea Constituyente. Algunos de la oposición hemos asomado esa posibilidad (El Nacional, 26-6-13), no necesariamente para modificar la Constitución, aunque algunos cambios no le vendrían mal, sino para remozar las instituciones del Poder Público, sin lo cual no habrá gobernabilidad posible.
Si el régimen y la oposición se acogen a una convocatoria, el oficialismo tiene el beneficio de que el Presidente pueda realizarla en el momento que estime que pueda tener ventaja. Por su parte, la oposición requiere 15% de la firma de los electores registrados en el CNE.
Anteriormente sugerí que convocáramos la Constituyente después de conocer los resultados de los comicios de diciembre 2013, para no correr el riesgo de perder.
Me retracto. Este régimen ya no tiene apoyo popular.
La inseguridad, la inflación, el desabastecimiento, la corrupción y la constante violación de la Constitución han hecho despertar a la mayoría de los venezolanos de un sueño que se convirtió en pesadilla.
El gran golpe a la carta magna se lo dio Chávez cuando perdió el referendo para modificarla y después, sin el menor pudor, aprovechó una mayoría en la Asamblea Nacional para imponer, vía leyes habilitantes, lo que el pueblo había rechazado.
Maduro pretende seguir el camino fracasado y, como no tiene respuestas de estadista para el desastre heredado, sigue tercamente el camino del líder fallecido, pero ahora manipulando falsas acusaciones a diputados de la oposición para revocarles el mandato y así tener control sobre las 2/3 partes de la Asamblea y poder, igual que su antecesor, “gobernar” vía leyes habilitantes. ¿Quién garantizará entonces que se celebrarán elecciones municipales si el oficialismo se siente perdido? Como esa estrategia impúdica está clara y la economía se derrumba día a día, lo que le queda al régimen es actuar bajo el impulso de la desesperación. Las víctimas de este baile sin ritmo, en que se ha convertido el régimen, somos todos.
La falta de creatividad y conocimiento necesario para salvar al país nos condenará a todos, si continuamos sin ejercer, de inmediato, opciones democráticas a un futuro muy peligroso. Por eso hay que actuar ya. No hay tiempo para vacilaciones.
Si seguimos esperando por los resultados de las municipales, después de haber “perdido” la Presidencia de la República y la mayoría de las gobernaciones no tendremos otras opciones, porque aun ganando, “eso” no cambiará mucho por no decir nada. No esperemos que el desencanto se apodere de los ciudadanos y sea el régimen el que nos cambie y viole a diario las reglas del juego. El caso Mardo no debe dejar lugar a dudas. Lo que viene es peor de lo que Chávez dejó porque no hay director de orquesta ¿Qué podemos perder si, de inmediato, empezamos a recoger firmas para convocar una Constituyente? ¿Qué nos cambien la Constitución si perdemos? Si ya, de hecho, la cambiaron. Si el régimen ha dado señales inequívocas de que no respetan las leyes y mucho menos a los ciudadanos. Creo que no podemos contemplar con indiferencia las claras señales que nos dan. Ante la infinidad de problemas que nos acosan, las respuestas son insultos y violaciones obscenas de las leyes ¿Estamos tan ciegos que no entendemos que este régimen tiene tanto que perder en lo material y en lo moral, que cuando se publiquen todas sus trapisondas, la huida será masiva? Señores de la MUD convoquen de inmediato una Constituyente.