El 13 de diciembre de 1985 el volcán Arenas, del Nevado del Ruíz, en Colombia, hizo erupción, sepultando el poblado de Armero. Cientos de miles murieron y otros tantos quedaron heridos o desaparecidos. El símbolo de esa tragedia fue una niña, Omaira Sánchez, quien quedó atrapada entre el lodo y restos de escombros. Apenas se le podía ver el rostro hinchado. Agonizó por 60 horas. Las crónicas que el periodista Germán Santamaría le realizó a la niña reflejaron la angustia y el drama de la tragedia. La imagen del video capta los últimos minutos cuando Omaira habla a los socorristas y deja su testimonio de ánimo, fe y esperanza. Luego se hunde en el barro. El gobierno colombiano y las agencias internacionales reaccionaron al desastre natural y colaboraron masivamente.
Otra imagen impactante y dolorosa es la hambruna que en los años ’90 sufrió África. Fue en Sudán donde el fotoreportero Kevin Carter, en 1994, encuentra a una niña sudanesa desnuda y agonizando en un campo de refugiados. Carter espera el desenlace mientras al fondo un buitre aguarda que la niña muera para lanzarse sobre ella. La niña está inclinada al suelo y apenas la cubre un collar blanco. Después de esperar un rato para ver si el animal abría sus alas y tomar la instantánea, el fotógrafo toma la imagen e impide que el animal se coma a la niña. Meses después Carter obtiene el premio Pulitzer por esa foto. Pero también dos meses después, y sin poder superar el impacto de semejante experiencia, el fotógrafo se suicidó. La foto y demás imágenes de este reportero hicieron que el mundo volteara sus ojos sobre la hambruna africana y la ONU y demás agencias internacionales se solidarizaran con los pueblos africanos.
En agosto de 2010 el diario El Nacional publica, en primera página, la fotografía de la principal morgue del país donde aparecen unos cadáveres, algunos tirados en el suelo. Desnudos. Colocados de a dos en las camillas. Días después otro diario, Tal Cual, publica en primera página la misma imagen. La fotografía, de Alex Delgado, muestra cómo se vive el drama de una morgue venezolana donde no existe dignidad en el trato a los muertos ni solidaridad con los deudos. Como imagen la fotografía respeta los rostros de los cadáveres que son desenfocados mientras destaca el hacinamiento, la sangre y el desorden.
La imagen fotográfica es un discurso certero y espeluznante de la actualidad en una sociedad que se ha mal acostumbrado a vivir con la violencia cotidiana. Violencia doméstica y violencia de un Estado que constantemente agrede al ciudadano.
La respuesta del régimen fue la de censurar la imagen, amenazar a ambos diarios con cerrarlos y demandarlos penalmente, y como paliativo, dotar a la morgue de vehículos y camillas.
Tres años después la sentencia del máximo tribunal es condenatoria contra los medios que osaron publicar tan certera imagen.
No es tanto la dotación de insumos y equipos como la necesidad de asumir actitudes responsables y políticas de Estado que protejan al ciudadano.
Muchas veces cuando la palabra escrita no es suficiente para que el ciudadano reaccione ante la agresión contra la dignidad humana, una imagen fotográfica es capaz de penetrar hasta lo más profundo del sentimiento humano, despertando la solidaridad y la denuncia.
(*) camilodeasis@juanguerrero.com.ve / twitter@camilodeasis