En Tiempo Real: Los ojos del odio por @carlosvalero08

En Tiempo Real: Los ojos del odio por @carlosvalero08

La madrugada a del 4 de febrero los venezolanos se desvelaron en medio de tiros, carros oficiales transitando a toda velocidad, muerte y zozobra. La ilusión de armonía de una de las democracias más sólidas de América Latina se desvaneció entre el ruido y la pólvora. El actual ministro de Interior y Justicia intentaba tomar por asalto la Casona, siendo derrotado por Doña Blanca y un grupo de soldados. Jesse Chacón entró a fuego y sangre en VTV, varios comandantes lograron el objetivo de tomar guarniciones en el interior del país, mientras que el teniente coronel Hugo Chávez desde el Museo de Arte Militar dirigía las acciones y preparaba su rendición. Personajes como Nicolás Maduro, opuestos desde el principio al golpe, seguramente estaban en sus casas esperando que el mismo fuera derrotado.

Esa noche se instauraba en Venezuela el uso del odio como herramienta para acceder y mantenerse en el poder. En torno a la figura del comandante se fueron aglutinando grupos político de extrema. Radicales de derecha e izquierda que tenían en común el odio al bipartidismo adeco-copeyano y la imposibilidad de acceder al poder a través de los canales democráticos. Desde los perezjimenistas, la liga socialista, ex guerrilleros, el medinismo y un enorme grupo de oportunistas asumieron la lucha de clases, la venganza, la dinámica militarista donde no hay adversarios sino enemigos, como herramientas políticas. Consciente o inconscientemente en el país la diatriba política pasó de usar panfletos, silbatos y pancartas, a utilizar golpes, insultos y amenazas de freír en aceite al enemigo.

Hugo Chávez aprovechó muy astutamente, cual “vivo criollo”, la crisis socio-económica en la cual se encontraba el país para armar un esquema de búsqueda de culpables como mecanismo de capturar a su favor el descontento popular que existía. Quizás previendo que él y su gobierno serían incapaces de resolver esta crisis, aprovechó “el río revuelto” para inyectar en el pueblo venezolano una ideología propia de otro siglo en el cual la culpa de todos los males es la clase burguesa que se ha encargado de quitarle al pueblo lo que por derecho le pertenece. Desprovisto de cualquier limitación ética desencadenó un odio social que se revirtió contra toda la sociedad paralizando al país desde el punto de vista productivo y de innovación. El tiempo de la mayoría de los venezolanos se ocupa en pelear con el hermano, tratar de llegar con vida a su hogar y superar las miles de trabas burocráticas, en lugar de estar ocupándonos de producir conocimiento, bienes, cultura.





La revolución del odio ha tenido como principal logro enviar a Venezuela a la época pre industrial en términos de producción –tener luz eléctrica para poner en marcha una fábrica es una proeza- y pre revolución francesa en términos políticos- la lucha actual de los venezolanos es por defender los derechos humanos o el secreto del voto – desafortunadamente nuestro país se encuentra en niveles de desarrollo humano propios del siglo XVIII

Asimismo, la privatización de los bienes públicos por parte de quienes hoy detentan el poder se ha vuelto la regla general y lo más normal es que quienes han vaciado las arcas del erario público hoy enarbolen la bandera contra la corrupción.

La separación ente el discurso ético de la cúpula del PSUV y sus acciones cargadas de “viveza criolla” violatorias de las leyes y del sentido moral de lo político son cada día más groseras y evidentes. Mientras Maduro anunciaba en cadena nacional una cruzada contra los corruptos, estén donde estén, a pocas cuadras de Miraflores el CNE permitía migraciones fuera de lapso –ilegales y anti éticas- de los candidatos “tipo Hola”. Simultáneamente en el Zulia el Ministro Rodríguez Torres anunciaba el plan patria segura para la entidad, coordinando con el gobernador y con el candidato rojo a la alcaldía y en todo el país los candidatos del oficialismo se movilizaban en vehículos del gobierno, usaban recursos públicos para promoverse, sus volantes eran repartidos por funcionarios públicos en jornadas laborales, entre otros abusos.

En este contexto de hipocresía institucional, frente al tema de la ética y la moral pública, el partido de gobierno decide unificar los ojos del finado comandante como imagen corporativa del gobierno, el partido y por supuesto el tarjetón electoral. Con lo cual pretenden profundizar en la cultura del odio y seguir sustentando su poder en la figura del ex presidente. Colocar los ojos del comandante en los edificios de la misión vivienda, en los letreros de las oficinas públicas y en el tarjetón electoral es ilegal e inmoral, pero para el PSUV es una práctica heredada y normal.

Mientras Venezuela esté regida por un conjunto de antivalores que desprecian el trabajo, la honestidad y la ética en el servicio público será casi imposible que superemos el subdesarrollo. Un país dividido por el odio no puede tener un objetivo de nación compartida. Afortunadamente el pueblo venezolano cada día cobra mayor conciencia de que ese discurso de odio y división es una herramienta hedonista de una élite decadente.

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